domingo, 6 de julio de 2008

Sevilla: un color especial

Un color especial !!!

Hey, para todos aquellos que sean novatos en la lectura de mis reseñas (sobre todo la gente del master), les anticipo que a veces suelo utilizar un lenguaje muy ácido y presuntamente agresivo. La realidad es que suelo usar mucho el sarcasmo y el ridículo como recursos literarios para agregarle un poco de salero a mis escritos. En verdad, si alguien se siente ofendido por algo que he escrito que me lo haga saber de inmediato. Lo que pasará es que tendrán que aguantarse, pues este es mi Blog y yo puedo escribir en él lo que quiera. Y no me pidan que quite fotos ridículas de ustedes, porque incluso yo pongo fotos ridículas mías (en la vida hay que reírse un poco, no?). He dicho.

En esta ocasión las fotos las pueden encontrar en http://www.flickr.com/photos/28343015@N06/sets/72157606011578265/. Nota: Las fotos de las entradas anteriores ya no están disponibles porque me borraron mi cuenta de Yahoo Photos por poner contenído explícito.

Primera llamada, primera.

Segunda llamada, segunda.

Tercera llamada, tercera. Comenzamos…

Todo inició el jueves 8 de mayo de 2008. Era un día frío y escabroso. Salí de casa sin abrigo alguno y ni la neblina, lluvia helada ni los lobos, al igual que en la película “300 Spartans”, me detuvieron, para cumplir mi promesa: llegaría a las oficinas de Pepe Car (sucursal Puerta de Atocha) a las 8:30am, bien dormido y sin síntomas de haber ingerido alcohol la noche anterior. El objetivo: ser el conductor designado para transportar a 8 de los 18 camaradas que iríamos hacia el sur de España, a una actividad de integración grupal, emprendida y coordinada por Carmen (sí, la de Badajó), particularmente a Sevilla.

Eran ya las 8:45am y no había el menor indicio de que el resto de los asistentes se presentaran. Al cabo de algunos minutos, arribaron los primeros pasajeros: Regina Dos Santos, Melimu y Juanillo. Poco después apareció también la ya afamada Kathy-lín, Mamen (Carmen; sí, la de Badajó), Guille Iglesias y el resto de los ocupantes. Acto seguido, fuimos a hacer los trámites necesarios para abordar las furgonetas, pero oh sorpresa, el conductor designado, o sea yo, no podía conducir debido a que las políticas de la empresa prohíben conducir a extranjeros con más de 6 (seis) meses en España, de manera que eso resultó un alivio para mi, pues como se describe más adelante, eso tuvo sus recompensas, entre otras cosas, porque no tuve que preocuparme por el estacionamiento (o Parking como le llaman en la península ibérica), ni qué haría con la furgo de regreso; el ansia que me consumía era que habíamos propuesto devolver los vehículos hasta el lunes siguiente, pero en España el “parking” es un problema y tienes que echarle monedas al parquímetro cada X horas, si es que encuentras lugar. En resumen, que no tuve que preocuparme por dejar la furgoneta en el Bronx de Madrid (o sea, el barrio donde vivo).

Al final, dos ávidos emprendedores entraron al quite y se ofrecieron como conductores, siendo Guille, Jorge Ferrer y yo, el piloto, vice-piloto y copiloto respectivamente, los que íbamos al mando de la cabina, procurando el bienestar de los pasajeros aprovechando las habilidades de cada uno:


  • Guille: experto en la conducción de vehículos tipo tractor y redilas.
  • Jorge: experto en conducción de vehículos deportivos familiares.
  • Yo: experto en coordinación de contingencias, señalizaciones y normas viales, además de conductor de todo tipo de vehículos deportivos (Vochos, Tsurus, diablitos de la Merced, avalanchas, bicicletas “Vagabundo” y todo lo que se deje). Ja, esto último seguro que sólo los mexicanos lo entienden.
Al final partimos como a las 11:00am entre problemas informáticos por darme de baja como conductor y dar de alta a Guille y Jorge como conductores, además de que el buen Siucho se quedó dormido, no llegaba y encima hubo que recogerle hasta su casa (y luego pasamos por él a casa). Ja, el que entendió, entendió. Háganme el desgraciado favor!!! A su casa!!!.

Después de llenar el tanque de las furgos, inmediatamente me puse el traje de Coordinador de Contingencias, previendo cualquier eventualidad, como se observa en la foto n501172745_919792_7348, y dejamos Madrid.
Cabe mencionar que Guille se ponía nervioso cada vez que veía a un guardia civil. La última vez que eso sucedió, le inquirimos la causa de su estado. Su respuesta fue conmocionante: estaba preocupado porque conducía una furgoneta llena de latinoamericanos indocumentados, a la imagen y semejanza de las “pateras” (parecidas a las balsas cubanas que van a Miami), provenientes del África Subsahariana.

Yo era el encargado del control musical, pero al vice-piloto no le gustaba el Brit-Rock (porque no entiende inglés), a pesar de que al resto de la peña sí que le gustaban canciones míticas como “La Sinfonía Agridulce”, ”Relojes” , “Moisés” o “Ahí les va el miedo”, sin albur, (los títulos originales fueron traducidos al castellano para seguir la tradición española, siendo The Bittersweet Simphony, Clocks, Moses y There Goes the Fear el nombre original de las canciones), de manera que en lugar de disfrutar de música con calidad digital y los cantos al unísono de Regina, hubimos de escuchar la mala recepción de la radio local.

El camino transcurrió entre paisajes provinciales, llenos de colorido, contrastando el marrón de la noble tierra y el verde de los olivos sureños, además de las risas y amena conversación de la tripulación en cabina. El resto de los pasajeros prefirió echarse una jetita (para los no-mexicans, jeta, es echar la siesta), destacando la participación de George (el colombiano) por dormir en posición de relajación tipo yoga, como se aprecia en la foto DSC00142.

Después de un rato, todo mundo despertó y paramos en un restaurante de carretera a comer algo y sobre todo a comprar provisiones para el resto del camino. Justo en ese momento, el buen Mario Wey, aprovechó para robarse tres vasos con hielo para empezar a consumir la botella de whisky que llevaba como respaldo, por si quedábamos atrapados en una tormenta de nieve. Vimos que la tormenta de nieve no era muy probable que se diera lugar, de manera que Mario comenzó a emborracharme (otra de las ventajas de no ser conductor “resignado”) con un whisky triple en las rocas (a pelo, como lo bebemos los machos mexicanos) y así al final variamos un poco el ambiente al retomar carretera, con un folklore sureño al estilo musical sevillano. Ese fue apenas el comienzo de nuestra aventura, cuando entre amena plática y alguna que otra escala técnica, al fin llegamos a la maravillosa ciudad de Ishbiliya (nombre con el que se le conociera en antaño, durante el régimen abadí en Al-Ándalus, a lo que hoy se llama Sevilla).

Aparcamos las dos furgonetas que transportaban a los 18 turistas alcohólicos (bueno 17 ½, jajaja) que partimos desde Madrid y nos dispusimos a ser guiados por Carmen (sí, la de Badajó) hacia nuestro hostal al puro estilo Serene Groove (si no saben qué es Serene Groove, revisen los capítulos I a III del presente Blog). Al llegar, nos esperaba una amable viejecilla, quien para nuestra sorpresa saludó a Mario Wey con una soltura y una calidez que nos hizo pensar que Mario no era la primera vez que visitaba Sevilla y en particular, aquel edificio. No diré a quién le toco, pero había una habitación especial con espejos a la altura de la cabecera, cama de agua, frazadas de terciopelo rojo carmesí y sábanas de seda sintética.

Dejamos nuestras pertenencias después de que algunos se ducharon (excepto los machos, a los que nos gusta emanar virilidad y no nos duchamos), fuimos “a por” nuestras primeras cañas a la Plaza del Perú (o de algún país latinoamericano que no recuerdo), pero después de un par, la tripa ya nos empezaba a rugir, de manera que nos dispusimos a ir de tapas, donde fuimos bien atendidos y saciados nuestros instintos de gula.
Era ya tarde y necesitábamos un buen digestivo, de manera que fuimos a buscar un bar típico para calmar con alcohol, la llenura de los platillos locales sevillanos. Fue en ese sitio, donde por fin, conocimos al Néhhhtor (o Ernesto, como también se le conoce), que para quien no lo conozca, es el novio de Carmen (sí, la de Badajó). Estuvimos charlando un rato, Regina ligando con uno de los amigos del Néhhhtor, Mario ligando también con un par de inglesas, hasta que finalmente la luna hizo su aparición y nos fuimos a disfrutar de nuestra primera noche sevillana a una discoteca, curiosamente llamada “El Bestiario”. Háganme el desgraciado favor!!! A quién se le ocurre ponerle Bestiario a una discoteca?.

En fin, que estuvimos bailando animosamente y de cuando en cuando, si la canción lo ameritaba, replicábamos aquellas tardeadas de “slam e industrial”, saltando como chapulines (o saltamontes, como dicen por acá) entre la multitud.

Finalmente, algunos caímos en las redes de Morfeo y decidimos abandonar el local para ir a casa. Algunos otros, más osados, se quedaron a seguir bebiendo, cantar por las calles de Sevilla, asistir a bares gay y a tocar los bongós. El que entendió, entendió y el que no, pus no. Esto es como nos dice el buen “R”, nuestro profesor de Jurídico y Fiscal: “En derecho, lo que es es y lo que no es, no es”. Ya lo rezaba sabiamente el buen Guille: “Si somos la octava escuela de negocios del mundo, cómo será la novena?”, jajajajaja.

Los que nos retiramos fuimos a buscar algo de comer, ya que el buen Gabo tenía un apetito voraz. Ya era muy tarde y lo único que encontramos abierto fue un Quentaqui Fray Chiquen (traducido al castellano-sevillano; por cierto, hay rumores de que el local pertenece a la orden de los frailes Chiquenitas descalzos), donde el buen Paquirri (el mexicano), quería darnos unas clases de estrategia y negociación. Su propósito era obtener el pollo gratis, justo como aprendimos que podemos obtener tarifas ventajosas en cualquier hotel de nuestra elección, sabiéndolo negociar. Sin embargo, fuimos testigos que la clase 8 de Estrategia (justo a la que no fue Paco) le hizo mucha falta, ya que no fue capaz de convencer a la cajera de que el pollo representaba un coste de obsolescencia altísimo y por ende irrecuperable para KFC; vamos que la cajera se dio el lujo de cobrarle 1 euro por ir al baño, sin tener que haber pagado una buena pasta en un master para aprender a hacer eso.

El día, o más bien la noche, se acercaba a su fin así que directitos al hostal. Por mi parte, no podía dormir tranquilo ya que yo tenía la única llave del cuarto y Raimundo “el abuelo” Carvallo (sí, el de “básicamente”, “de alguna manera…”) me tenía con pendiente pues ya era muy tarde para que una persona de su edad estuviese aún en la calle. Por ahí de las 5:00am escuché unas voces con matices de alcohol y efectivamente, eran los audaces que se quedaron por la noche sevillana, entre ellos, el desaparecido, a quien le abrí la puerta y de ahí a dormir como costales de papas hasta el otro día a las 10:00am cuando a Paquirri se le ocurre gritar cual Vecindad del Chavo del 8, despertando a propios y extraños y entablando conversaciones de balcón a balcón.

Después de una merecida ducha, nos dispusimos a ir a desayunar y lo hicimos en el primer restorán-bar que encontramos abierto. En verdad que la vida te da muchas enseñanzas todos los días. Aquel día aprendí que siempre debo ordenar antes que Regina, pues casualmente siempre se le antoja todo lo que yo pido. En esa ocasión no le puse ninguna objeción ya que últimamente ella había estado comiendo muy mal y sufría de desmayos repentinos. Lo peor de todo era que a aquel viaje no asistió su “Bodyguard”, es decir, Iñigo “el Camarada” Fika, de manera que antes que dejarla tirada en el suelo e irme a visitar Sevilla, preferí que se alimentara sanamente (jajajaja, parece que a lo lejos puedo escuchar un: “Marquillo… eres malo” y a un grillo también).

Acto seguido, partimos de la mano de alguien que ha vivido varios años en Sevilla, de manera que no pudimos encontrar mejor guía de turistas: Don Chema, el del kiosco de periódicos a quien le solicitamos algunas indicaciones. Ja, no. En realidad un grupo reducido nos fuimos con Carmen (sí, la de Badajó), quien animosamente nos explicaba cada uno de los sitios turísticos y una breve historia de los mismos, mientras Mario Wey hacía lagartijas y dominadas (flexiones y barras respectivamente, para los españoles) en cada sitio que podía, al tiempo que mostraba sus “tumores” y su “gran corazón” a cuanta chica guapa se le ponía enfrente, bien ataviado con su traje de “lanchero de Acapulco” como se aprecia en la foto n501172745_919826_8000. De esta manera visitamos la Plaza Central (espero que se llame así) y la catedral, mientras nos explicaba la historia de la réplica de la veleta, para finalmente entrar en el recinto sagrado. Como es costumbre por España, te cobran al entrar a casi cualquier iglesia (motivo de más por el que no suelo ir a misa por acá; bueno, en México tampoco), pero hacían un jugoso descuento a todos aquellos estudiantes menores de 25 años (como lo éramos todos). A los únicos a los que no les creyeron fue al club de la tercera edad: Sciaccaluga, Mario Wey y Siucho. Después de admirar las obras de arte sacro y la magnificencia de la arquitectura cristiano-musulmana, subimos a La Giralda, donde tomamos unas fotos que mostraban una vista espectacular del paisaje sevillano. Mario por su parte, nuevamente se puso a mostrar sus tumores y gran corazón a unas chicas italianas que estaban en la cumbre.

Al salir de la catedral, nos encontramos con Arturo “el Cubano” Cepeda (“quééé???”) y nos dispusimos a ir al Alcázar, pero como somos estudiantes y no tenemos dinero (excepto Siucho, quien es un gran heredero), preferimos ahorrarnos la cuota de entrada e invertirla en otros menesteres más provechosos, como unas cañas y sangría sevillana, aunque Carmen, la de Badajó, nos dijo que esto último solo lo beben los guiris, pero como de cualquier forma éramos extranjeros, nos dio igual. Empezamos nuevamente a tapear en el tradicional barrio de Santa Cruz con un poco de jamoncito ibérico, champiñones, calamares rebozados, solomillo al whisky entre otras cosas.

Después de haber comido como pelón de hospicio y pagar la cuenta por supuesto, nos fuimos a caminar a orillas del río Guadalquivir, donde lo primero que nos encontramos fue la majestuosa Torre del Loro (sí, ya sé que es Torre del Oro, pero de la otra forma se oye mejor), de la cual poca gente sabe (incluso andaluces), que su planta fue construida basándose en la Torre de Espantaperros de Badajó. Jajajaja, espantaperros. Háganme el desgraciado favor!!! Y a propósito de espantaperros, ahora mismo me acordé que es justo lo que le hizo falta a Mario Wey durante el viaje, por su experiencia extrasensorial del cuarto tipo, con un cuadrúpedo minúsculo (vamos, ese perro más bien parecía rata pues un chihuahua era sustancialmente más grande), que lo asustaba cada mañana con sus potentes ladridos, al salir por la ventana de una de las casas cercanas al hostal donde nos hospedábamos.
Y regresando a lo de la Torre del Loro, se tomaron las fotos correspondientes, las cuales no mostraré, pero lo importante es que seguimos nuestro camino por la orilla del río, hasta que llegamos a La Maestranza, donde solía reunirme en antaño con los viejos amigos andaluces. En la foto DSC00155 muestro justamente cómo los guiris hacen mal un pase de torero (o toreador como dice mi amigo Marco Emilio Rodríguez: otro andaluz a quien no conocen pero a quien copié en la notificación de la presente reseña) y en la foto DSC00157 Mario Wey nos ejemplifica cómo sí debe realizarse dicha maniobra.

Al poco tiempo nos decidimos a regresar por el mismo camino por el que íbamos caminando, pero esta vez elegimos volver andando. El objetivo era sentarnos en una terracita para echar otras cañitas para saciar la sed que nos consumía, debido al intenso calor del sur de la península. Ahí estuvimos en amena charla un buen rato. Bueno, yo no, porque me puse a tomar el sol en una repisa, ya que como soy de un país nórdico, la gente suele decirme que estoy demasiado blanco, entonces la idea era agarrar un poco de color. Jajajaja, como comentario fuera de contexto, unos días después de que regresamos del viaje, la güerita (María), quien no fue a Sevilla por asistir al bautizo de su primo, me sugirió que yo había vuelto negro. Francamente, no entendí el comentario.
En fin, que después de una tarde muy agradable amenizada por las historias de Siucho sobre sus inversiones mundiales y en particular, el establecimiento de una Unidad de Negocio de su emporio “San Martín” en suelo sevillano, nos dispusimos a retirarnos a descansar un poco al hostal. Sólo nos quedaba alrededor de una hora y media para dormir un poco y ducharnos. Ja, creo que dormí sólo cuarenta minutos, pues estaba aún lleno del gran festín que degustamos al medio día, además de que estaba realmente emocionado porque Carmen (sí, la de Badajó) nos llevaría a presenciar un espectáculo de flamenquito. Después de ducharme y ataviarme como todo un sevillano pijo (véase la foto n501172745_919834_639) y de dejar la tina (o bañera, como le dicen acá) o más bien, el baño como una alberca (o piscina, como le dicen acá), me dispuse a salir a tomar el sereno y a esperar al resto de los involucrados.

Como las niñas tardaban demasiado, un selecto grupo de caballeros andantes, decidimos ir en busca de Carmen (sí, la de Badajó) y El Néhhtor, al otro lado del puente que cruza el río Guadalquivir, justo en el barrio de Triana, pues no queríamos hacerle esperar y desatar su furia implacable. Para nuestra sorpresa, ella misma fue la última en llegar. Hay que ver ehhh, cómo es la gente!!!! En fin, que mientras esperábamos, no perdimos el tiempo y entramos a un bar a echar unas cañitas, pues aunque ya era de noche, el calor de Sevilla aún se hacía sentir.
Cuando todo el grupo estaba ya reunido, nos dispusimos a ir nuevamente de tapas a uno de los lugares más tradicionales del barrio de Triana, pero dado que nuestro grupo era muy numeroso, tuvimos que repartirnos en dos locales contiguos. Por un lado estaba la mexican gang con Jorge Ferrer y por el otro, el resto del grupo. En este punto de la historia sólo puedo contar lo que pasó en el bar en el que me encontraba. Pedimos tapas a lo bestia: solomillo al whisky, papas con huevo, champiñones, algo de pescado que no se qué era y otras cosas que no recuerdo. El pan que acompañaba las tapas era exquisito, cabe señalar. Al final entre tanta comida y tanta cerveza, nuevamente mi depósito de combustible se llenó, de manera que en lugar de seguir comiendo o bebiendo, nos pusimos a charlar con el sujeto que atendía la barra. Era un tipo bien mamado (o cachitas, como le dicen acá) y simpático (o cachondo, como le dicen acá), de manera que el buen Mario Wey lo retó a unas fuercitas (o pulso, como le dicen acá), pero al ver los grandes tumores que cubrían los brazos del mexicano, no tuvo más remedio que darse por vencido antes de siquiera comenzar la competencia (o competición, como le dicen acá). Jajajaja, eso estuvo muy divertido, además de la mezcla de vulgaridades verbales hispanas y mexicanas que se compartieron en tan ameno sitio (no serán reproducidas en el presente escrito, para no transgredir las buenas costumbres de la familia mexicana). Luego de un tiempo, decidimos ir al otro local a ver qué pasaba con el resto del grupo. Para nuestra sorpresa y justo al llegar, nos encontramos que aún no terminaban de cenar y estaban llegando 2 o 3 platos de tapas calientes a una de las mesas, los cuales se apresuraron a terminar, para poder irnos al espectáculo de flamenco que estaba a punto de comenzar.

Llegamos al lugar indicado, justo a orillas del río y estaba a reventar (o petado, como le dicen acá) y de pronto pensamos que el tipo de la puerta no nos dejaría entrar por haber tanta afluencia. Pero como han de recordar, yo iba ataviado a la usanza del sevillano pijo, de manera que bajo mi manto, no tuvimos problemas para entrar, ya que seguramente fui confundido con algún personaje famoso de La Maestranza. La mayoría del grupo fue inmediatamente a ver el espectáculo, mientras Mario Wey, Siucho, Bárbara y yo charlábamos amenamente sobre negocios y algunos otros temas de interés. La verdad es que yo no quería que la peña me reconociera como el buen “cantaor y bailaor” que soy. Al final todo fue inevitable. El duende me llamaba insistentemente, hasta que sucumbí y el ritmo flamenco me llamó hacia el escenario, donde acompañaba la música al gran ritmo de mis palmas.
Poco después, una bella joven de unos 24 (veinticuatro; no más) años, con una piel blanca y tersa como la luna, además de una cabellera negra y lisa como una cascada de ébano (no hay fotos disponibles de ella), se sintió directamente atraída por mi encanto de torero. Inmediatamente fue hacia a mí, suplicando que compartiera con ella un poco de baile flamenco. Como todo caballero que soy, no pude negarme a tan sutil ruego, de manera que el duende salió por completo, haciendo gala de mis dotes de bailaor. Inmediatamente el sitio se vio impresionado por la demostración impecable de la pareja en cuestión y al cabo de unos segundos, había prácticamente un círculo de gente bastante amplio alrededor nuestro, contemplando la maestría de nuestro sugerente baile. Un paso izquierdo, un paso derecho, una mirada intensa, un pase torero y algunos movimientos de brazos y manos con el sentimiento adecuado, nos hicieron acreedores al gran aplauso y ovación de la gente al finalizar la melodía. Al final, nos despedimos con un par de besos mientras noté cómo ella discretamente metió algo en el bolsillo de mi pantalón. Poco después caí en cuenta que aquello eran unas llaves. No más comentarios al respecto.

Al culminar aquella noche de forma dramática, Kathy-lín, quien desde el día anterior no se encontraba muy bien de salud, quería retirarse a sus aposentos. Como buen caballero que soy, me ofrecí a acompañarle a su hotel. Mentira, no soy ningún caballero: la verdad es que Regina me obligó a acompañarles. Por otro lado y dado mi mal sentido de orientación por las calles de Sevilla, Amaiiita se ofreció a guiarnos junto con George (el colombiano) hasta el hostal. Yo iba muy animado cantando y bailando por la calle hasta que llegamos al hotel. Yo elegí esperar fuera del hostal para ejercer presión e irnos inmediatamente hacia alguna discoteca de moda a seguir disfrutando de la noche sevillana. Uno, dos, cinco, diez, veinte y treinta minutos fue lo que tuve que esperar fuera, hasta que la gente se dignó a salir. Vi pasar de todo: señoras blasfemando, perros sin correa, parejas de novios en actitud sospechosa, sevillanos pronunciando bien la “S”, la “C” y la “Z”, en fin, de tooodooo. Para ese entonces todo el ánimo ya se me había esfumado y lo único que quería era dormir, pero como soy un facilote, no me insistieron mucho para ir a bailar.

Nos encontramos con el resto de la gente y algunos sevillanos en un sitio estratégico, y nos dispusimos a ir a buscar un sitio guay. Caminamos uno, dos, cinco, diez, veinte y treinta minutos, hasta que cualquier indicio de alcohol que tuviésemos en la sangre, se nos había esfumado por completo. Creo que nos recorrimos media Sevilla, hasta que al final encontramos un sitio abierto, llamado Moma (sí, como el de Madrid). Entramos y todo parecía de lo más normal: sevillanas súper guapas, chicos con el pelo engominado (como el de Javi Conde) y música tradicional mexicana, pero con ritmos electrónicos. El sitio tenía muy buena música, las copas no eran del todo caras y además te las servían en Copas Bola (como las de Acapulco), así que recuperar el nivel de alcohol en la sangre estaba garantizado. Apenas llevaba poco menos de la mitad de mi copa consumida, cuando de repente, todo el grupo empieza a agitarse y a querer irse. En realidad se trataba de una discoteca gay. Asumo que los que nos llevaron entendieron “lugar gay”, en vez de “lugar guay” como les habíamos dicho…
Al salir, todos estábamos exhaustos por el viaje, la salida de la noche anterior y la gran caminata durante el día, así que prestos nos fuimos al hostal, donde dormimos como bebés.

A la mañana siguiente, hicimos una redistribución de los pasajeros de cada una de las furgonetas y los más aventureros fuimos a desayunar churros con chocolate, huevos fritos con tocino (o beicon, como le dicen acá), mientras reíamos en una amena charla sobre los acontecimientos de la noche anterior. Al terminar, fuimos a conocer la Plaza de España (la cual no conocí en mi anterior viaje a Sevilla) y que a propios y extraños nos pareció genial. Justo cuando nos retirábamos de ahí, a Mario, Manrique y Raimundo les leyó la mano una gitana y mira qué sorpresas nos da la vida. Los tres eran más parecidos de lo que creían: a todos ellos les iría muy bien en la vida. La única característica no común fue la que le auguraron a Raimundo, al decirle que estaba “muy guapo” (háganme el desgraciado favor!!!). Bueno, según Mario, a él también le dijeron esto último, pero todos sabemos que eso no es verdad.

Ya acercándose la hora de nuestra partida, nos encontramos fuera de la catedral con Amaiita, Gabo, George (el colombiano) y Xavi. Poco después fuimos hacia la furgo y ahí nos encontramos con Carmen (sí, la de Badajó), quien era el último elemento que faltaba para emprender el camino de regreso a Madrí. Esta vez no fui de copiloto pues iba algo cansado, de manera que me instalé justo detrás del piloto, para que me tocara ventanilla y pudiese ver el paisaje (justo como cuando era apenas un querubín y pedía ventanilla en el avión; bueno, en realidad lo sigo haciendo).

Una vez más, Mario Wey no desistió a su propósito de emborracharme, no sin antes volver a ponerme mi singular traje de Coordinador de Tráfico para estar preparado ante cualquier imprevisto, así que en un vaso de Burger King con escasos 3 hielos derretidos, vació casi toda la botella que sobraba de whisky y a manera de Happy Meal, ahí me tenían bebiendo whisky con popote (o pajita, como le dicen acá). La tripulación de la cabina encendió el iPod y todos comenzamos a acompañar la música de Celine Dion, El Canto del Loco y Coldplay al ritmo de las palmas, al más puro estilo sevillano. Esa fue la constante de todo el viaje, mientras que con Mamen íbamos recordando aquellos viejos tiempos que nos había regalado Andalucía en los años ochenta, mientras crecíamos y corríamos por los campos de olivos, o aquellas remembranzas de la Feria de Sevilla, la expo de algunos años atrás, entre otras cosas. Cabe mencionar que Mario no dejó de rellenarme el vaso del Burger King, hasta que no me acabé la botella (que no era tanto por cierto); incluso todos los hielos ya se habían consumido y todo lo bebía a temperatura ambiente, a la usanza de la gente de los High Lands, en Escocia. Finalmente divisamos la plaza de toros de Ventas en Madrid, lo cual era signo de que la gran aventura había terminado.

Y es aquí estimado lector, donde se han de quedar intrigados sobre mis nuevas aventuras. En realidad, serán historias retroactivas, pues aún me quedan pendientes dos de la India, pero como ya hace más de un año que pasaron, preferí escribir esta primero, para evitar que se me olvide todo y tenga que inventármelo, como lo haré con las historias indianas que tengo en lista de espera.

Y para los asistentes al viaje, recuerden que: “Sevilla tiene un colóóóóóóó ehhhhpeciaaaaalll, Sevilla sigueee tenieeeendo su duendeeee, meeee sigue olieeeeendo a azahaaaaa, cómo me gusta su genteee!!!!!” (al fondo se oye el sonido de las palmas: “CLAAAP clap clap, CLAAAP clap clap, CLAAAP clap clap…”).

Saludos,

Morenito Groovy


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jueves, 24 de mayo de 2007

Singapur sin límites

En esta ocasión no habrá introducción para la presente reseña. Estoy seguro que muchos agradecerán que esta reseña no sea tan extensa como las anteriores, pero lo que sí podemos adelantar es el tema: Un verano por Singapur.

El tamaño de la presente reseña no tiene que ver nada con tantos reclamos de que mis posteos son demasiado largos, sino porque todas estas reseñas acontecieron antes de julio de 2006 y ya se me están acumulando las del 2007. Entonces trataremos de hacer esto lo más ágil posible.

El material fotográfico saben donde se encuentra (carpeta Singapur).

CAPITULO VI

Un tiempo después de la aventura en Kuala Lumpur, el espíritu de trotamundos de Daniel “El Riojano” y de un servidor se hizo presente una vez más. Como fue acotado en el capítulo anterior, las opciones de turisteo para los mexicanos en Asia son muy escasas, razón por la cual el siguiente destino podía ser Singapur o… Singapur. Era la opción más cercana y además la misma palabra Singapur encierra un cierto misticismo que lo hace atractivo para ser visitado.

El destino era un punto menos en la lista de pendientes. Lo que faltaba aún eran las reservas aéreas y de hospedaje. Esta vez no llegaríamos como a KL sin reservas de albergue, ya que estar buscando y negociando el precio a tempranas horas de la mañana, después de varias horas de vuelo no suele ser la opción más recomendable.

Después de un buen tiempo de investigación llegamos a la conclusión que la aerolínea que ofrecía una mejor relación costo-beneficio era Sri Lanka Airlines, sin embargo, ésta hacía escala en dónde? Pues en Sri Lanka. Y para variar, a los mexicanos les pedían Visa, incluso en vuelos de tránsito. Después de investigar un poco, parecía que era posible obtener la Visa a la llegada al aeropuerto, pero no me podía arriesgar a perder mi conexión a Singapur en caso de cualquier contratiempo. Por lo tanto, dejando atrás el factor costo, me incliné por la opción seguridad. Entonces cuál fue la aerolínea elegida? Ja, no me acuerdo, pero creo que Singapore Airlines; si no fue esa, fue con mis amigos de Malaysia Airlines. Dani, por su parte, sí que reservó en Sri Lanka Airlines pues él no tenía problemas de visados. Al final viajaríamos por separado y con un par de horas de diferencia (yo volaría más tarde), pero teníamos que sincronizar relojes para evitar que no nos encontráramos en Singapur.

Acotación 1: Singapur es la capital de Singapur.

Procedimos a hacer las reservas en un albergue que tenía fama de estar bien ubicado y además tenía muy buenos comentarios de todos los visitantes. El lugar se llamaba “Albergue del Tío Joe” o algo así. El punto es que hicimos las reservas y de manera electrónica, todo muy moderno, nos llegó la confirmación y un mapa para llegar a las instalaciones. Al poco tiempo de llegar la confirmación también llegaron algunos problemas, pues el albergue estaba lleno. Nos pasó lo mismo que en KL, que como la gente ya no encontró hotel en “Caleta” para ese fin de semana, pues mejor se fue a Singapur, sin embargo, el buen amigo Joe, haciendo gala de su amabilidad nos dijo que podríamos ocupar una de las habitaciones del Staff por el mismo precio. En realidad lo único que necesitábamos era un lugar dónde ducharnos y dormir un poco para otro fin de semana desenfrenado así que accedimos al instante.

El día de partida llegó y Dani se fue al aeropuerto, me entregó mi mapa para llegar al albergue, pero antes de ello “sincronicemos relojes”, le dije, al tiempo que nos despedimos para quedarme viendo la última tendencia en Rio en Fashion TV. Para cuando me di cuenta, mi vuelo estaba a punto de salir, así que apresuradamente tomé mi equipaje y me fui en busca de un rickshaw que me llevara al aeropuerto. Como de costumbre, a los taxistas de la India no les gusta trabajar, así que ninguno me quería llevar al aeropuerto so pretexto de que estaba demasiado lejos y ya era muy tarde (alrededor de las 11:00pm y mi vuelo creo que salía a las 12:00 o 12:30am). Estuve esperando un rickshaw tras otro sin resultado alguno.

Entonces tuve que aplicar el plan B. Irme corriendo a la avenida más grande y más cercana que había por el lugar: la famosísima 100ft road. Para llegar, tuve que invertir unos 10 minutos corriendo, pero después de otros 5 minutos mis esfuerzos se vieron recompensados y al fin un buen taxista accedió a llevarme al aeropuerto. “Andando”, le dije. Íbamos ya en camino, cuando le apresuré a que accionara el taxímetro que nunca gustan de usar los taxistas en la India. Después de una corta pero intensa discusión al final accedió y llegamos al aeropuerto sin más contratiempos. Me dijo que eran algo así como 65 o 70 rupias; le pagué con un billete de 100 morlacos y como no tenía cambio, me lo dejó en 50 o 55 Rs o le pagué de más, no recuerdo. El punto es que se me hacía tarde para el vuelo y el cambio en ese momento, era lo de menos. Corrí presurosamente hacia la puerta principal, pero como es costumbre, había una gran multitud estorbando y entorpeciendo la única puerta del aeropuerto internacional, por ir a despedirse de sus seres queridos (ja, el antipático y sus amigos...).

Una vez más entre empellones y atropellos, logré pasar hacia la zona de check-in en donde había una fila enorme para documentar, mientras que yo disponía de tan solo unos 25 minutos de colchón para despegar. A fin de cuentas se abrió una nueva ventanilla y hábil y ventajosamente corrí para ser uno de los primeros en formarme, pero desgraciadamente creo que me tocó un boletero con problemas de autismo, pues cuando me di cuenta ya todos los de la otra fila habían pasado migración y yo apenas tenía mi pase de abordar en la mano. Corrí hacia la zona de aduana y después de esperar otro poco pasé sin problemas. Luego venía la zona de revisión de equipaje en donde estaban todos los de las filas anteriores y que llegaron antes que yo por culpa del boletero cabeza de alcornoque. Mi vuelo salía en unos 10 minutos; esperé 5, pero como no vi acción me fui un poco a la usanza india, pero en lugar de hacerme el loco y meterme como si nada hasta el inicio de la fila, le dije al policía que mi vuelo estaba a punto de salir. Sin mayor demora me dejó pasar, me volteé y les pinté una L con la mano en la frente al resto de los que estaban en la fila (bueno, en realidad esto último nunca pasó, pero estuve tentado a hacerlo).

Pasé el control de revisión, escuché el último aviso para abordar y cual saeta veloz, ya estaba en el avión con mi cinturón abrochado, escuchando y viendo atentamente las indicaciones de seguridad de las sobrecargos (ja, esa ni yo me la creí; creo que nadie les hace caso, pero bueno...). Partimos sin contratiempos y como el vuelo no estaba muy lleno, apenas se apagaron los letreros luminosos de “Abróchese su cinturón”, me cambié a una hilera de 4 asientos para echarme una siesta cuan largo soy pues el vuelo constaba de unas 4-6 horas desde Bangalore. Por supuesto nomás escuchaba el sonido de los carritos que llevaban la cena y me despertaba y hacía como que estaba leyendo algo, para que no pasaran de largo. Pa’ los que me conocen bien saben que soy de buen diente, así que por muy mala que sea la comida del avión, mis padres me enseñaron que la comida no se desperdicia (mucho menos si me la cobraron junto con el boleto de avión).Terminé mi cena, cambié la charolita vacía a otro asiento, y proseguí con mi tarea interrumpida: tomar una pequeña siesta.

Después de las horas reglamentarias de vuelo, al fin llegué a lo que había leído que era uno de los aeropuertos más modernos del mundo. Ja, sí era moderno, pero hasta ahora me quedo con el de Kuala Lumpur como el más moderno que conozco.

Pasé por migración sin mayor problema y al final estaba ya en Singapur. Me entregaron mi Kit de Bienvenida consistente en una bolsa típica de turista, un llavero de un leoncito, una gorra, 800 folletos y algo más. Era más o menos como el Kit de Bienvenida a nuestra llegada a Bangalore (pero más barato), consistente en una rosa de plástico con rebabas emulando espinas en el tallo, indistintamente para hombres y mujeres…

Intenté tomar el metro, pero el torniquete no me dejaba pasar. Intenté pedir ayuda a unos sujetos que estaban en algo que parecía una taquilla, pero como todavía llevaba la inercia primitiva y mi inglés corrupto, no me entendieron, o más bien, yo no les entendí. Les di un billete y me regresaron la misma cantidad, pero en monedas y billetes de baja denominación. Yo lo que quería era un boleto, una fichita, un vale, una nota de remisión o lo que fuera para poder pasar y llegar al albergue a dormir, porque tanta interrupción en el vuelo no me dejó descansar bien (pero hambre no pasé; bueno, pensándolo bien creo que sí llegué hambriento al aeropuerto). Luego, creo que vieron mi desesperación y me señalaron hacia un rincón a un lugar donde había unos lockers. “No, yo no quiero un locker, quiero un boleto”, les dije atinadamente. Y me siguieron insistiendo. Total, fui y vi a una mujer policía que seguro alguna vez en su vida habría comprado un boleto. Le dije que los señores de la taquilla no me querían vender boleto. “Ja, ahora sí van a ver cómo les va… porque ella es policía y los va a meter al bote por negligentes. Con que no me quieren vender un boleto. Pues vamos a ver de a cómo nos toca”, pensé. Le conté la historia de los patéticos sujetos de la ventanilla de boletos y entonces la misma policía me dijo que comprara mi boleto en los dispensadores automáticos que yo pensé que eran lockers. Ppppfffff. Esa estuvo como de sketch, pero en fin, sólo se trató de la inocencia readquirida tras varios meses en Bangalore.

Compré mi boleto y viajé hasta la estación que indicaba mi mapa. Salí del metro y medio me perdí. Parecía la India María en la película “OK, very well Mr Pancho”: todo desubicado y sin saber muy bien adonde ir, a pesar de contar con un mapa (sí, sí, ya se que muchos de mis ejemplos son muy locales y una gran parte de los lectores no se entera de nada, pero es un buen aliciente para que visiten México). Después de rodear el edificio varias veces, al fin encontré la calle que buscaba y vi claramente que estaba cerca del Barrio Árabe, que era donde nos hospedaríamos. Después de andar tonteando otro tanto por un canto, al fin llegué a la calle del albergue, pero no lo encontraba, pues sólo había cafés, tiendas de recuerditos y librerías. Ja, al final lo que pensé que era un café, era el famoso albergue. Las fotos que muestran el albergue y el barrio donde nos quedamos son: DSC00597 y DSC00599 respectivamente (ahí donde dice Café es el albergue, así que no crean que se me ocurrió que era un café de la nada).

Llegué, me anuncié con uno de los meseros, pero parece que los responsables de hacer el check-in no estaban y no me hacía caso. Luego llegó otra mesera y le dije: “hey, niña, que tengo una reserva. Estoy con mi amigo Dani, que es español”. En eso se acerca una chica rubia de no mal ver y me dice: “ahh, tu eres Marco, el mexicano; pensábamos que ya no llegabas”. Y yo pensando: “??????”. “A ver, me llega una güerita, me llama por mi nombre y encima me habla en español en Singapur? Esto sí que es un buen Servicio al Cliente”. “Por qué no nos tomamos un café”, le dije. Bueno en realidad es nunca pasó ya que casi al instante me contó que estuvo charlando con Dani y le platicó que yo llegaba después. Todo iba bien, hasta que se puso a contarme su trágica historia sobre unas litografías carísimas que perdió en un vuelo. De ahí no la sacábamos (por cierto, era española). Afortunadamente llegó el responsable del check-in, me dijo que Dani estaba duchándose, así que podía esperarlo en una salita que tenían. Eso fue lo que hice y ya que nos encontramos con Dani dejé mi equipaje junto al resto (debajo de una mesa donde podía llegar cualquier cristiano y llevarse mis calcetines y calzones sin que nadie le dijera algo; bueno, en realidad no creo que alguien quisiera llevarse mis calzones, pero tampoco está de más prevenirlo pues eso de ir a “rais” con tremendo calor puede ser una experiencia algo incómoda, jajajajaja, pero mi mochila sí que me hacía falta). Entonces saqué cámara, pasaporte y todo lo que pude poner en los bolsillos de mis pantalones y nos dispusimos a emprender el viaje de reconocimiento de Singapur. Sugerimos a la rubia que si quería conocer Singapur con nosotros y nos dijo que estaba corta de tiempo porque tenía que llamar a no se qué aerolínea para ver lo de sus litografías, quería comprar una cámara y además tenía un vuelo por la noche creo que para Vietnam. “Haz lo que quieras”, pensamos, mientras nos despedimos de forma hipócritamente amigable: “que te la pases bien y suerte con las litografías”.

Lo primero que fuimos a visitar fue lo más cerca que teníamos, la mezquita ubicada en el Barrio Árabe (no pregunten, pero casi estoy seguro que se llamaba Jamma Masjid, como todas las de la India). La foto DSC00600 muestra la mezquita en todo su esplendor.

Luego, nos fuimos un poco más al centro, o más bien a la zona costera y pasamos por zonas de edificios muy modernos y todo muy bien arreglado y adornado, lo cual es una constante en Singapur, como puede verse en las fotos DSC00601 y DSC00602. Una vez que llegamos al muelle que era una de las atracciones según el mapa de caricaturas que nos entregaron en el aeropuerto a la llegada, preguntamos adónde era más recomendable ir. “A la Isla Sentosa; tomen el teleférico, o bien, pueden ir caminando pero es un poco lejos”, nos respondieron. Al final como típicos turistas que éramos, optamos por el teleférico. Las fotos que pudimos sacar desde las alturas son DSC00603, DSC00605 y DSC00607, teniendo en ésta última una vista singular de una pagoda china, un poco destruida, pero se ve que estuvo “guay” en sus años mozos.

Acotación 2: Para quien no esté habituado a frases ibéricas, la palabra “guay” (o como se escriba) se refiere a una expresión positiva como en México podría ser “padrísimo”, “de pelos”, “pocam…dre” y una gran variedad que ya conocen y que no escribiré pues no es el tema de la presente reseña (no escribí alguna palabra completa para no transgredir las buenas costumbres de la familia mexicana; espero que puedan descifrar cuál es, plop!).

Ya que llegamos al otro extremo del teleférico nos encontramos en la cúspide de la isla, donde había una gran tienda de recuerditos donde todo salía carísimo. Creo que un caballito tequilero (o un “chupito” como dirían en España) salía lo mismo que lo que íbamos a pagar de hospedaje por 2 noches. En fin, no compramos nada, así que salimos del local. Justo afuera estaba la primera atracción de la isla: unos carritos que eran accionados por la fuerza de gravedad ejercida por una pendiente que recorría buena parte de la isla. Ja, “como los carritos del Parque Papagayo en Acapulco”, comenté. Rentamos el equipo correspondiente y justo cuando hacíamos la fila, nos topamos con los simpáticos orientalitos de la foto DSC00609. Luego, llegó nuestro turno de aventarnos por la pendiente y un tipo dándonos las instrucciones, mientras que yo pensaba “a ver mano, quítate que esto lo hacíamos en Acapulco desde los años 80, así que ya se cómo funciona”. El tipo no se quitó y tuve que hacer como que le ponía atención. Delante de nosotros iba una pareja. La novia se aventó al mismo tiempo que Dani y parece que iban echando carreras, así que un poco de adrenalina hubo en el descenso. En cambio, a mi me tocó lanzarme al mismo tiempo que el novio que era patético. Para empezar como que perdió el control, se me cierra y tuve que frenar para no llevármelo, así que quedé justo atrás de él. “Qué tonto es”, pensé. Pero además de tonto, miedoso. Emprendimos nuevamente la marcha, pero como estábamos pegados, tenía que esperar a que se moviera, para que yo pudiera avanzar. Entonces, después de unos instantes, al fin arrancó con todo y yo hice lo mismo, pero por supuesto él me llevaba algo de ventaja. Cada vez que venía una curva frenaba casi completamente atravesado en la pista, por lo que yo tenía que frenar también. Ahhh, pero cuando intentaba rebasarlo, se me cerraba el muy hijo de la gran… bueno, el resto de la frase ya la saben. Estuve a punto de quitarme el casco y darle sus buenos correctivos, pero logré controlarme hasta el final de la pista, cuando la novia toda de ensueño lo esperaba con los brazos abiertos y me dio pereza entregarle al novio todo golpeado y ensangrentado (ja, no lo hubiera hecho, pero un buen choque sí le debí haber metido pa’ que aprenda a manejar). Mi descenso fue un fiasco, pero tenía aún toda una isla para conocer.

Luego, caminamos un poco hasta lograr la foto DSC00633 que corresponde al “Merlión”, la mascota de Singapur. Que por qué se llama así? Pues porque es mitad sirena (mer-maid, en inglés) y mitad lión con “i” (-lión, en inglés y con acento).

Luego, nos fuimos a la playita. Como en el resto de Asia (excepto India), todos están obsesionados con su físico y las mujeres se van a sus centros de adelgazamiento y anti-celulitis, mientras que los hombres van a presumir “lavadero”. El buen Dani se fue a echar un chapuzón, mientras que yo me quedé descansando bajo la sombra de un cocotero, pues 1) odio la sensación de sal picándome cuando se seca el agua de mar y 2) no quería bajar la autoestima de los singaporenses al ver un auténtico lavadero como el mío.

El sol estaba en su apogeo y más adelante nos fuimos a una extensión de la isla que estaba conectada por un puente colgante. A esa extensión era a lo que los singaporenses llamaban como “el punto más al sur en toda Asia” y es en dicho lugar donde nos tomamos la típica foto de “yo estuve ahí”, como se muestra en la imagen DSC00640. La foto DSC00644 es otra vez la cúspide de la Isla y es lo que marcó nuestra despedida de la misma.

Algunas de las fotos de la ciudad (DSC00646 y DSC00648) son imágenes que muestran el nivel de vida de Singapur que yo diría que es bastante bueno, aunque nunca faltan edificios “quesque” modernizados, estropeados por estilos que no van de acuerdo a su arquitectura, como la escuela “graffiteada” a propósito, en la imagen DSC00650. La foto DSC00651 no es ningún edificio público ni nada en particular, pero me pareció “guay”.

En ese momento acabó nuestro primer día hábil en Singapur y “quesque” fuimos al albergue a descansar, pero yo estaba muy cansado y casi no pude dormir. Luego, por la noche salimos de marcha, pero si íbamos a hacerlo con categoría y no podíamos ir a otro lugar más que al Ministerio del Sonido ™ (como lo vio en televisión, en el Reino Unido). Salimos ya entrada la noche y para variar nos perdimos, así que tuvimos que caminar otro tanto. Luego llegamos a un gran complejo comercial tipo “La Isla” de Cancún donde se vivía la euforia de la Copa del Mundo. Era la zona donde se ubicaban los mejores restoranes y antros. Por decir algo, ahí se encontraba el restorán “Hooters” (los ojos del búho y el logo, son marcas registradas) y el Ministry of Sound, por supuesto. Ahh, y puedo decirles que en Singapur sí saben reconocer a unos tipos con clase cuando les ven. Llegamos bien ataviados, con un poco de colonia, gomina en el pelo y por supuesto, nuestra gran personalidad. En seguida fuimos recibidos con alfombra roja y con los tradicionales reflectores con el logo del Ministry a pesar de que había cadenero en la puerta. Nada que ver con México donde por lo menos te hacen 2 preguntas: Cuántos son? Y cuántas niñas vienen contigo?. Inmediatamente entramos y pagamos nuestro razonable cover y tuvimos acceso a 5 áreas o pistas con temáticas diferentes: Studio 54, Lounge FTV, Electrónica, Ritmos Latinos y Lo Mejor de los 90’s, además de varios salones por si quieres hacer tu evento privado con los cuates. En nuestro caso nomás éramos Dani y yo, así que optamos por no reservar un lounge especial pues podía prestarse a malas interpretaciones. En esta ocasión yo era el que andaba bajo de pila, a diferencia de KL, donde el buen Dani andaba un poco bajo de ánimos. Echamos unos drinks, anduvimos por todas las pistas y al final Dani se encontró con unas compatriotas. Dani me llamaba diciéndome que las tías querían conocer al mexicano ese que se parecía a Brad Pitt, pero yo de plano pasé de ellas, pues estaba realmente cansado. Me fui a tumbar a un sillón y eso que no estaba en estado etílico deplorable, simplemente cansado. A eso de las 3:30am abandonamos el local y mis pies me estaban realmente matando. Estuvimos todo el día caminando y casi no paramos ni un minuto. Para variar, el transporte público a esas horas ya no estaba disponible, por lo que tuvimos que caminar hacia el albergue. Ahhh, no recuerdo otra ocasión que casi tuve que llegar arrastrando los pies y descansando cada 2 cuadras, para llegar a algún lugar. En fin, después de varias cuadras, quejidos y algunas ampollas en los pies, al fin llegamos y descansamos un poco.

A la mañana siguiente salimos a dar nuestro último paseo por Singapur y llegamos al templo de la foto DSC00653, donde puede verse claramente que estoy elevando mi “ki” a niveles insospechados a juzgar por las notorias emanaciones de energía que se ven alrededor de mi cuerpo. Esto, en parte, fue ayudado por el alto grado de concentración que se puede alcanzar en un templo tan sacro como el de la foto DSC00655 (que es el mismo que el de la foto anterior. Ahí fue cuando Dani y yo nos separamos nuevamente, pues su vuelo salía un poco antes que el mío, así que continué mi recorrido por la ciudad un par de horas más.

En dicha extensión, me encontré con el “Cow Parade” al puro estilo de Singapur (foto DSC00661), donde México no pudo faltar con su característico verde, blanco y rojo, aunque el águila sobre el nopal casi no se alcanza a distinguir. El resto de las fotos (DSC00662, DSC00663, DSC00665 y DSC00666) son un puente que no me acuerdo cómo se llama, pero que es muy famoso, la estación de bomberos, la Cámara de Comercio de Singapur y un edificio “X”, respectivamente.

Es ahora cuando acaba nuestro maravilloso viaje y regresamos a Bangalore, Ciudad de Campeones, para reiniciar con nuestro arduo entrenamiento en la herramienta bancaria que nos atañe.

Hasta la próxima entrega, cuyo tema será: Goa, sitio de playas nudistas, drogas y raves en la India.


Cumprimentos,

Marquinho “õ gran” Tigre.

sábado, 5 de mayo de 2007

Asia Carrera (KL) - Parte I

PRECAUCION: La reproducción no autorizada o distribución de este trabajo protegido por las leyes mexicanas e internacionales de derechos de autor, constituyen un acto de ilegalidad. Cualquier infracción a las leyes de derechos de autor, incluyendo actividades sin fines de lucro, serán investigadas por la PFP y por el FBI pudiendo ser acreedores a un castigo de hasta 5 (cinco) años de cárcel y una multa de 10,000 salarios mínimos en pesos mexicanos, o bien, $250,000 dólares según el lugar donde se compruebe que se haya efectuado el ilícito.

Advertencia: El contenido de esta reseña SÍ contiene dosis de lenguaje no apto para cualquier situación (sobre todo si están comiendo), así que se recomienda discreción. Esta vez no es un mensaje de utilería como el primero.

Una vez hecha la aclaración anterior, continuemos con la reseña, jajajajaja.

El material fotográfico ya saben donde está. Si no, revisen la intro de los capítulos del II al IV.

Antes de pasar de lleno al capítulo de hoy, he de realizar una de mis famosas acotaciones, que en esta ocasión, más bien sería una fe de erratas o algo similar (lo mismo pero más barato).

Sucede que el blog ya lo he bautizado como “Las aventuras del Tigre por el Mundo” y en el capítulo IV he firmado como “Õ Tigre do Nascimento”. Pero creo que en ningún lado he explicado de dónde viene dicho sobrenombre.

El error lo cometí en el capítulo IV, pues omití un hecho trascendental: como siempre, el chofer de la Toyota Innova, no recuerdo si antes o después de visitar el Taj Mahal, nos hubo de llevar a un local donde vendían artesanías y tapetes orientales. Ya no recuerdo si nosotros le pedimos que nos llevara o nos llevó en contra de nuestra voluntad como era la costumbre de todos los chóferes (el Word me marcó que chóferes lleva acento, así que como tal lo dejé aunque siempre lo he dicho y escrito con acento prosódico en la primera “e”) y taxistas. El punto es que entramos, nos ofrecieron unos refresquitos, unos jugos y algo más. Nos dieron una demostración de las distintas clases de mármol y piedras preciosas, así como el juego de luz que se podía hacer con ello, para crear lámparas, adornos y figuras iluminadas.

Luego nos dieron una demostración tipo taller de cómo los chavales que eran descendientes directos de las personas (esclavos) que construyeron el Taj Mahal (ja, ese cuento no se lo creen ni ellos) con sus manos artesanas, eran capaces de convertir pedazos de piedra en finas piezas de decoración, como hojas de piedra a incrustarse en cualquier clase de artesanía. Como todo lo que habíamos visto hasta entonces era muy caro, mejor pasamos a la sección de todo por un dólar, o al menos eso parecía, sin embargo, lejos estaban las piezas de costar un dólar. Como yo casi no compro de esas cosas, pues me fui a ver tapetes. Uno en especial que era de pared y que tenía motivos árabes me gustó mucho, pero como siempre, todo lo que me gusta es caro y le dije al que atendía que ni se molestara en mostrármelo; no lo iba a comprar. “Bueno, tenemos otros más baratos”, me dijo. Y se puso a sacar como 8 diferentes modelos de tapetes, pero para casa. Una vez más le dije que no iba a comprar nada, pues 1) en mi cuarto no cabía ni la cuarta parte de esos tapetes y 2) en mi casa, pues realmente no van ese tipo de tapetes con el resto de la decoración. Total, que el vendedor se puso necio y no los guardó hasta que me puse a caminar descalzo (bueno, en calcetines) por uno de sus tapetes. Al final como le había dicho, no compré nada. Como me volví a aburrir me regresé a la zona que parecía de un dólar (pero que no era de un dólar), y me puse a refrescar un poco frente al ventilador, con uno de esos “zucos de abacaxi” que nos regalaban, mientras el resto compraba recuerdos. Entonces uno de los vendedores se acerca y como de costumbre me pregunta algo en hindi. “Perdona?, no te entendí”, le contesté en inglés. Se empezó a reír y me pidió disculpas pensando que era de la India. “A ver, de qué parte de la India parezco?”, les pregunté, ya para quitarme de la duda, pues en todos lados me decían lo mismo. Después de pensar unos segundos me contestó: “Mmmm… de Kashmir”. Les pidió la opinión a sus colegas y todos asintieron con la cabeza. Es en ese momento en que mi vida da un vuelco y le digo a propios y extraños que soy de Kachemira, en resumen, es el nacimiento de toda una leyenda.

Lo del “Tigre” fue añadido un tiempo después en un bar de Bangalore, como resultado de 2 Whiskies de marca “Perro Negro” y creo que un Long Island Iced Tea, así que ya se imaginarán cómo andaba después de alcohol de marca “perrito” y otro que no supe siquiera la marca. Realmente no recuerdo cómo o de qué estábamos hablando, pero en ese entonces me autonombré “El Tigre de Kachemira”, el terror del Punjab, Jammu & Kashmir.

Y lo de “Õ Tigre do Nascimento”, fue otro añadido nomás por hacerle al cuento y agregarle un poco de la jinga brasileira a mi sobrenombre.

Acotación 2: El Taj Mahal no se pronuncia como lo hemos hecho hasta ahora. Intentando ponerlo en palabras sería algo como “Tash Majal”. Recordemos que en el capítulo III aprendimos también la pronunciación correcta de Maharaja.

Ja, pues esto más que acotaciones, parece otra reseña, pero ahora sí, hemos de pasar al capítulo que nos concierne: Kuala Lumpur, Malaysia.

CAPITULO V

Pues parecía que después de algún tiempo en la India, los únicos que aún conservábamos el espíritu viajero y trotamundos éramos Daniel “El Riojano” Menchaca y yo. Por lo tanto, un buen día nos dispusimos a ver qué opciones teníamos para viajar. Como es costumbre casi en toda Asia, los españoles pueden viajar adonde quieran sin Visa o si la requieren, la pueden obtener al llegar al aeropuerto destino; es más, creo que hasta les hacen descuento en el boleto de avión para que vayan y les ofrecen masajes “especiales” para hacer su viaje más confortable.

En cambio para los mexicanos, viajar casi a cualquier lugar de Asia suele ser muy complicado. Que tráeme la factura del refigerador de tu tatarabuela, que esa factura debe venir certificada por el consulado del país en México, que necesito prueba de que no has cometido actos de vandalismo en el país, etc, etc, etc.

Para no hacer el cuento largo, los únicos lugares a los que podía viajar eran Malasia, Singapur, Filipinas y Japón. Los dos primeros lugares eran los más cercanos y por tanto baratos, así que como habíamos oído hablar tanto de Malaysia, pus dijimos: “Vamos a Kuala Lumpur”.

Hicimos las reservas aéreas correspondientes para otro de esos fines de semana maratónicos en Malaysia Airlines y para empezar no tenían boletos electrónicos, así que tuvimos que ir hasta casa de... de la… bueno, ustedes me entienden; el punto es que estaba muy lejos. Después al pagar, como es costumbre en la India, le sacan una fotocopia a tu pasaporte y a tu tarjeta de crédito para que puedan hacer los cargos que se les de la gana una y otra vez. Afortunadamente no he recibido cargos extraños. Y bueno, al final nos entregaron nuestros boletos y con “harto” cansancio por caminar tanto, regresamos a casa.

El día esperado llegó y nos dispusimos a salir un viernes a la media noche para llegar el sábado a las 7:00 u 8:00am. Eran menos de 8 horas de vuelo, pero tomando en cuenta el cambio de horario, nos quedaba perfecto, pensamos. Subimos al avión y al parecer llevábamos ya demasiado tiempo en la India, es decir, fuera de la civilización, pues una vez que tomamos nuestros asientos, a mi amigo Dani se le ocurrió dormir como era costumbre y quería apagar la luz que se encuentra junto a los señalamientos de mascarillas de oxígeno, en la parte superior. Después de varios intentos no pudo hacerlo. “A ver Dani, deja a un experto que apague la luz”, le dije. Y después de varios intentos fallidos tratando de presionar con verdadera fuerza el foquito, no se apagaba. Intenté girar el foquito y tampoco se apagaba. “Debe estar descompuesto”, pensamos. Así que lo dejamos prendido y el buen Dani durmió como si nada. Después de unas horas de vuelo, las azafatas comenzaron a apagar todas las luces, invitando a los pasajeros a que durmieran. Fue entonces que tanto apagadero de luz, nos hizo recordar que los interruptores para la luz no se encontraban en la parte superior, sino en el descansabrazos de nuestros respectivos asientos. Vaya capullos!!!

Después de algunas horas más de vuelo, al fin se anunció nuestra próxima llegada al aeropuerto internacional de KL (como suele referirse comúnmente a Kuala Lumpur). Descendimos del avión todos modorros pero contentos de haber llegado al lejano oriente. Esperábamos un aeropuerto como el de Bangalore o peor aún, pero cuál va siendo nuestra sorpresa al percatarnos que era uno de los aeropuertos más modernos del mundo. De los que conozco, para mí es el más impresionante superando a muchos de Europa y EEUU por mucho. En fin, su arquitectura (como muchos edificios de Malaysia), tiene gran influencia islámica, al ser la religión musulmana mayoría en el país, pero la construcción es tan moderna y a la vez tan tradicional (guardando la simetría de la arquitectura árabe), que yo me quedé bien “perplejo”.

Y bueno, esa fue mi primera impresión. Pero las sorpresas aún no terminaban. Seguramente me quedé tan impresionado después de un cambio tan radical tras varios meses en la India, pero al seguir nuestro camino y buscar algún medio de transporte económico para ir a la ciudad, se nos dijo que la mejor opción era tomar el metro. Y cuando nos subimos, ahhh caray: un metro súper moderno con tele adentro y toda la cosa. Al final nos dimos cuenta que esa tele no servía para nada, pues sólo la usaban para mostrar publicidad, pero en un inicio parecía cosa del otro mundo. El metro que lleva del aeropuerto a la ciudad se puede ver en las fotos DSC00539 y DSC00540. Para llegar a la estación KL Central (creo que así se llamaba) bastan unos 35 minutos en metro y una suma algo cuantiosa (no la recuerdo) para los que estamos acostumbrados a viajar en metro con 2 pesos mexicanos (alrededor de 14 céntimos de euro).

Descendimos en la estación correspondiente y lo primero que vimos fue un gran centro comercial, que pensamos que sería una extensión del aeropuerto, pero no, efectivamente era un centro comercial ubicado justo en la base de las Torres Petronas. Después de mucho caminar, lo segundo que vi fue un puesto de esos roles con 12,000 calorías, llamados en el bajo mundo como Cinnabon. Ahhh, cómo se me antojó probar un poco de occidente, pero como me gusta reservar siempre lo mejor para el final, me aguanté las ganas y preferí ir a visitar primero las torres.

Después de caminar otro poco y preguntar dónde podíamos encontrar las famosísimas Torres Petronas, se nos informó que estábamos justo debajo de ellas. Después de hacer cara de “ya lo sabía”, seguimos preguntando para comprar localidades o lo necesario para subir. Para nuestra sorpresa sí había necesidad de contar con boletos, pero eran gratis. La fila para los boletos parecía inmensa, pero después de unos 30 minutos de espera al fin logramos obtener boletos para ese mismo día, pero por la tarde (como a las 4:00pm).

Salimos muy contentos con nuestros boletos y fuimos a tomarnos las fotos del recuerdo como se puede ver en la imagen DSC00547. Lo malo es que en esta foto, las torres salieron cortadas, pero en la imagen DSC00568 se pueden apreciar en todo su esplendor.

Luego de la foto del recuerdo, yo necesitaba comer algo, pues yo ceno muy ligero y ya me rugía la tripa, entonces nos pusimos a caminar hasta que encontramos un McDonald’s. Sí, ya se que hubiera sido mejor comer algo malayo, pero el boleto de avión nos había salido medio caro y necesitábamos economizar en otras cosas. En fin, me pedí un desayuno y un McFlurry esperando que supiera igual que en México, pues en la India para empezar no existían los McFlurrys y los helados no sabían igual. Luego de chutarme el desayuno, probé mi helado y como en casa. Qué mas puedo decir? Sin embargo, algo extra debió contener mi desayuno o mi helado, porque casi al instante de terminar, mi estómago empezó a protestar con un burbujeo de esos que no perdonan.

Afortunadamente el baño estaba a 10 pasos, pensé. Justo cuando llegué a la puerta del baño la situación se había vuelto verdaderamente urgente, pero ya estaba del otro lado. Cuando voy entrando, para mi sorpresa no encontré un baño, ni un retrete, ni nada que se le parezca, sino una letrina de porcelana donde sólo había eso: un hoyo, unas plataformas para poner los pies y nada más. En ese momento pensé que era algo así como el programa gubernamental mexicano “Solidaridad”. En este caso McDonald’s ™ ponía el material y yo tenía que poner la mano de obra. Pero por Dios, en una situación tan urgente no había tiempo para ver cómo iba a ser la mano de obra. Hice gala de malabarismo y al final todo fue más rápido y normal de lo que yo creía: me deshice de todo lo malo y me quedé sólo con lo bueno (jajajaja); si, así como propósito de Año Nuevo. Claro, tuvo su dificultad, su incertidumbre y llevó algo de tiempo, pero al final todo fue un éxito. De hecho fue tanto el tiempo que invertí, que sólo escuchaba los golpeteos de una señora malaya que intentaba desenfrenadamente de entrar al baño sin resultado alguno. Según me cuenta Dani, la señora le pidió que me fuera a apurar porque ella también tenía una urgencia, sin embargo, sabiamente no lo hizo y los resultados no pudieron ser mejores. Papel sanitario no había, más que una manguerita como las que les conté de la India y unos Kleenex ™ que me llevé fueron mi salvación. Luego que salí la señora entró como alma que lleva el diablo y yo seguí disfrutando de mi McFlurry. Por cierto, el famoso baño se puede ver en la foto DSC00551.

Salimos del local y seguimos caminando para conocer más la ciudad, hasta que llegó el momento en que vimos el maravilloso monorriel. Sí, un monorriel como el que yo sugería que pusieran en la zona de Santa Fe. Un monorriel como en el que me subí en Disneylandia ™ hacía mmm… creo que 20 años. De hecho fui hace tanto tiempo que ya no estoy seguro si en Disneylandia ™ hay un monorriel, pero casi estoy seguro que sí. La primera foto que le tomé fue la DSC00552 con fondo de las torres. Las fotos subsecuentes fueron tomadas en la estación misma.

Por otro lado, Kuala Lumpur era una ciudad más bien tropical con un calor bastante húmedo, pero para contrarrestar esa molesta sensación de calor pegajoso, todos los locales y transporte público y privado cuentan con aire acondicionado (incluyendo el monorriel). Ja, qué lejos estaba mi imaginación de encontrar un Kuala Lumpur lleno de orientales con sombrero de pico en la cabeza y jalando carretas para transportar a la gente. Bueno, orientales sí que había, pero nada que ver con el prototipo que esperaba.

En Kuala Lumpur se ven muchos jóvenes por la calle y todos parecen estar obsesionados con su físico. Hay clínicas de reducción de peso y gimnasios en cada esquina. Hay lugares donde “arreglan” los ojos para que no se vean tan rasgados. Los jóvenes sobre todo van súper fashion. Sus modas son la bomba. Y sus peinados ni qué decir. Yo me quería hacer uno de esos peinados con el pelo de diferentes colores, con mechones de diferentes largos y todos así como esponjados, como erizos pachones, pero desgraciadamente el estrés se ha encargado de acabar con mi abundante y blonda cabellera, así que nomás no había tela (o pelo) de donde cortar.

Bueno, bueno, pues como aún no estábamos recuperados del todo de un vuelo largo, decidimos ir a buscar albergue. Ja, esta vez no hicimos ninguna reserva y todos los hoteles y albergues económicos estaban a reventar. Parece que era época turística, pues todo mundo se preguntaba: “adonde iré? A Cuernavaca, Acapulco o Kuala Lumpur?” La última opción parece que fue lo que todo mundo eligió pues apenas si pudimos encontrar un albergue en un barrio no muy bonito que digamos. El lugar estaba bien y limpio. No podíamos entrar con zapatos ni tenis, así que siempre andabas descalzo. Era una habitación con dos camas y unas sábanas. Para dormir estaba bien y además tenía aire acondicionado que sí enfriaba. Echamos una buena siesta y a lo lejos se escuchó algo así como una tormenta, pero seguimos durmiendo. Ya por ahí de las 3:20pm nos despertamos y efectivamente una tormenta estaba en curso y no se veía cuándo dejaría de llover. Recordamos que nuestros boletos para las torres estaban para las 4:00pm y rápidos como el rayo tomamos el mejor medio de transporte para esos casos: el monorriel. Nos bajamos en la estación más cercana, pero todavía nos faltaba un buen tramo por caminar. Afortunadamente esta vez la lluvia se había calmado en su totalidad y de no ser por charcos en las calles casi no nos mojamos. Las torres se ven desde cualquier punto de la ciudad y casi desde cualquier lugar parecen muy cercanas, pero esta vez creo que no estábamos tan cerca, pues casi íbamos como marchistas, o paso Juan Cárdenas (altamente rápido y pensándolo bien, hasta a nombre de marchista me suena un poco) y aún así no veíamos que nos acercáramos mucho.

Al final llegamos a las torres Just-In-Time y después de hacer otra fila a la que por cierto SÍ respetaban los nacionales de la India, nos pasaron a una salita como de cine donde nos pasaron la historia y las imágenes de cómo se fue construyendo cada una de las torres. Ahh, y si son tan incultos como yo y no habían ni siquiera visto un documental de las torres en Discovery o uno de esos canales que no tengo porque no pago televisión por cable, no se habrán dado cuenta que ambas torres guardan una arquitectura islámica moderna en todo su esplendor. Sí, la base de cada torre es una inmensa estrella de mmm… creo que 16 picos; ya no me acuerdo porque ya tiene mucho que fui, pero la idea es esa. Y tampoco me acuerdo por qué no dejan subir hasta el último piso, pero seguramente por algún loco que trató de suicidarse. Por eso sólo dejan subir sólo hasta el puente que conecta las 2 torres, que por cierto, son las torres gemelas más altas del mundo. Es impresionante la vista desde el puente, así que no quiero ni aginarme ver la ciudad desde el último piso. Una vista panorámica de la ciudad se puede ver en la imagen DSC00557. La foto DSC00561 es uno de los gadgets implementados en las torres para calcular tu estatura con respecto a no se qué formula que involucra a las torres. Creo que era más fácil con una cinta métrica o un simple “mecate”, pero bueno, estos malayos siempre se quieren lucir.

En la foto DSC00564 se puede ver Chili’s, como ningún otro lugar. Ja, y además escriben justo como yo: restorán. No entramos porque no estaba dentro de nuestro presupuesto, pero no creo que supiera mejor que el de México. Y continuando con las clases de lenguas extranjeras, creo que Malasia sería el paraíso para miles de mexicanos que hablan y escriben un muy mal inglés. El malayo, como cualquier lengua de todo sitio colonizado, es una mezcla de idiomas nativos y extranjeros. En este caso el idioma extranjero es el inglés. Por ejemplo, para decir policía en malayo se pronuncia igual que en inglés, pero se escribe “polis”, justo como puede comprobarse en la foto DSC00567, o bien, para decir autobús, se pronuncia igual que en inglés, pero se escribe “bas”.

En la foto DSC00575 se puede ver la entrada a una estación del moderno sistema de transporte público (metro) de KL. Los nombres de las estaciones, por supuesto suelen ser rarísimas. Por ejemplo, para ir a nuestro albergue desde las torres teníamos que hacer trasbordo en la estación “Bukit Nanas”. Jajajaja, ese nombre me pareció super chistoso y tenía que mencionarlo en alguna parte de la reseña. Al final mi imaginación no dio para más y sólo lo puse como ejemplo, pero lo puse.

La foto DSC00576 muestra la vieja estación de trenes que por supuesto tiene una marcada tendencia árabe. Las fotos DSC00578 y DSC00580 corresponden a las actuales oficinas del sistema ferroviario, aunque los trenes salen de otro lado. La foto DSC00584 es un edificio que no recuerdo de qué era, pero definitivamente era gubernamental.

Y ya, más o menos por estos momentos comenzaba a ponerse el sol, así que decidimos ir a descansar un poco para salir “de marcha” por la noche. Después de dormir un rato, nos dispusimos a tomar una ducha. Justo cuando Dani regresó del cuarto de baño, como era costumbre, ya había hecho amistad con una australiana que conoció en el baño (no quiero ni pensar cómo la conoció) y al parecer nos invitaba con sus amigas a salir por la noche. Uffff, mejor no podía sonar el plan así que presto me di un baño y me acicalé para hacer de esa noche, la mejor de Kuala Lumpur ( bueno, de hecho fue la única).

Bajé al lobby y me encontré con Dani, pero para mi sorpresa las amigas de la australiana eran un holandés (sí, como el Holandés Errante de Bob Esponja) y una coreana. Después me enteré que las “verdaderas” amigas eran medio aguafiestas y no quisieron salir, pero bueno. Salimos los 4 fantásticos… mmm… bueno, en realidad 5 y lo primero que dijeron fue: vamos por algo de alcohol que en el “antro” es muy caro y es mejor ir ya pre-copeados. “Bueno, no está mal”, pensamos. Fuimos a un mini-super al estilo “Kwik-E-Mart” donde vendían anforitas de alcohol como por debajo del agua. Entonces la idea era comprar una botella de refresco, tomar un poco, agregarle la botella completa de alcohol e ir felices bebiendo por la calle, sin que la “polis” sospeche que consumíamos alcohol en vía pública. No se asusten, era una “botellita”.

Y ya nos dispusimos a ir a un antrete recomendado por los nuevos amigos en donde Dani se ponía gustoso de conocer asiáticas exóticas. Los que me conocen saben que las asiáticas no son mi hit, así que yo iba con la idea sólo de pasar un buen rato. En fin, parece que lo de asiáticas exóticas se le cumplió a Dani, pero más exóticas que nada. La australiana nos advirtió que la prostitución era cosa de lo más común en KL y que era realmente difícil distinguir entre un ligue puro y llano y otro con un “costo extra”. En ese momento los ánimos de conocer asiáticas se vieron un tanto calmados.

En dicho lugar efectivamente las bebidas eran más caras que en el super, pero definitivamente no comparable el costo con cualquier lugar de México. Digamos que a mi se me hizo de lo más normal. Era un lugar muy frecuentado por la población tanto local como de otras partes del mundo, así que se podía ver de todo. Ahhh y para no olvidar a nuestros amigos indianos, los podíamos ver por cualquier lado al que mirábamos. Luego de una animada noche, cenamos algo, luego caminamos hasta el albergue y el día había terminado.

A la mañana siguiente, nos dispusimos a tempranas horas del día a conocer todo aquello que nos habíamos perdido el primer día, así que tomamos nuestras guías y mapas y emprendimos la marcha hacia donde el destino nos llevara. Es así como pudimos conocer los siguientes sitios:

El edificio de la foto DSC00585 es una mezquita enclavada en una isleta con palmeras y un ambiente que me hizo sentir por algunos instantes en el medio oriente con el calor que hacía, las palmeras, el aire fresco que corría, las mujeres dándome de comer algunas frutas secas en la boca y dándome un relajante masaje (bueno, lo último es puro cuento, pero sí me evocó al medio oriente).

En la imagen DSC00586 se puede ver el Barrio Chino que no podía faltar y sus calles bien organizadas y secas a pesar de cualquier tormenta que se presente sin avisar. En la foto DSC00590 estoy en el Barrio Árabe.

Y bueno, como era de esperarse, el viaje mítico había llegado a su fin pues nuestro vuelo salía en unas cuantas horas, así que después de hacer unas compras de último momento como souvenirs en el Hard Rock Café y llaveritos en algún mercadillo de la zona, tomamos el monorriel que nos conduciría de nuevo hacia aquel moderno aeropuerto que sería el punto base para llegar a nuestro querido Bangalore, la ciudad de los jardines. La imagen DSC00592 muestra el moderno aeropuerto de KL que en foto no parece tan impresionante, pero si algún día lo llegan a conocer sabrán por qué me dejó maravillado.

En fin, la presente reseña ha terminado, pero ya viene pronto: Singapur sin límites.

Saludos,

Tigre


PD: Feliz "sinco de maio" (fecha en que se conmemora la independencia de México, según la creencia de nuestros amigos los gringos).

miércoles, 21 de marzo de 2007

El Tigre, el Ropero y el Taj Mahal - Parte IV

Caray,

Cómo vuela el tiempo. Haciendo cuentas hace ya 7 meses desde mi ultima reseña (y las que faltan…) y realmente parece como si hubiera sido hace un par solamente. En fin, pues me he dado el tiempo para continuar la saga de aventuras siempre imitadas, pero nunca igualadas: “El Tigre de Kachemira de vuelta en la India”.

Este turno le ha tocado a la zona extrema norte de la India mejor conocida como Uttar Pradesh. En realidad lo anterior era nomás para apantallar sobre mis conocimientos geográficos de la zona, así que para hacerlo más digerible tenemos que el tema de hoy es: Delhi y Agra (cuidad donde se encuentra ubicado el Taj Mahal).

Para esta edición he agregado una novedad: dado que siempre que llego a México me encuentro con nuevos transeúntes con el ánimo y disposición de recibir mis ya conocidas reseñas y siempre me piden que les haga partícipe también de las reseñas anteriores, en esta ocasión he decidido poner todas las entradas en el siguiente blog:

http://tigredelakachemira.blogspot.com

Continuando con la tradición la guía visual de apoyo se encuentra ubicada en:

http://photos.yahoo.com/misfotosdelaindia (carpeta Delhi-Agra)

Y finalmente el aviso de siempre:

ADVERTENCIA: El relato presentado a continuación puede contener altas dosis de violencia, lenguaje explícito y sexual, de forma que su lectura es estrictamente para personas mayores de 18 años. Se recomienda discreción.


CAPITULO IV

Todo comenzó un buen día cuando el grupo de audaces consultores se reunieron en la mesa redonda de Serene Groove (si no saben de qué hablo, pónganse a estudiar los dos primeros capítulos de las reseñas del Tigre de la Kachemira por el Mundo, 1ª Ed., 2006) y acordaron que no podían pasar más tiempo en la India sin conocer el ya mundialmente famoso Taj Mahal, así que se dispusieron a iniciar todas las gestiones correspondientes para la realización de tal empresa.

Lo complicado del asunto era organizar un viaje para 7 personas en un lapso de 2 semanas, pues antes resultaba muy caro y después la gente ya tenía planes para visitar otros sitios o trabajo en fin de semana o cualquier cantidad de razones adicionales. Varios miembros del clan internacional sabíamos que debíamos llegar primero al Aeropuerto Internacional de Nueva Delhi, pero de ahí no estábamos completamente seguros del proceder. Poco más tarde nos enteramos de un viaje en Tren Express para el cual intentamos de manera desesperada reservar las localidades correspondientes, pero nuestros esfuerzos fueron en balde ya que el sistema de reservas en la India no es nacional. En fin, para resolver los problemas teníamos que ir paso a paso, así que nos dispusimos a hacer las reservas del vuelo que nos conduciría a Delhi.

NOTA: Delhi y Nueva Delhi se pueden utilizar indistintamente, pues si bien existe una línea invisible que divide a Vieja Delhi de Nueva Delhi, ambas se encuentran en la misma zona urbana. Digamos que algo así como la Cd. De México y Satélite, pero más barato.

Continuando después de la acotación anterior, para reservar, primero teníamos que saber qué compañía aérea nos convenía más. Después de varios estudios, concluimos que una aerolínea local llamada Air Deccan era la mejor opción y en cuanto a costo era más barata por más del 50% de sus competidoras. Cada garoto hizo lo propio para arreglar su reserva aérea y al final los 7 teníamos vuelo para Delhi.

Aún quedaba pendiente qué haríamos cuando llegáramos a Delhi para ir a Agra y poder conocer el Taj Mahal. A alguno de nosotros se le prendió el foco y recordó que en I-Flex Solutions (compañía en la que estábamos en curso) había un servicio de Concierge para atender las peticiones de Empleados y Asociados (en este caso, nosotros). Llamamos al sujeto al mando de la Conciergérie, quien respondía al nombre de Sudhakar. En realidad ese nombre lo venimos a aclarar y entender mucho tiempo después (pero esa… es otra historia), así que lo único que entendimos en el momento en que nos lo presentaron fue: “Caballeros, les presento al Sr. Chewbacca. Él se encargará de ayudarlos en cualquier solicitud que tengan acerca de viajes”. Y nosotros: “Ahh, mucho gusto. Encantados de conocerlo”.

En fin, después de tanta presentación le explicamos que ya teníamos boleto de avión, pero que aún quedaba pendiente el tramo de Delhi a Agra, según la siguiente conversación:

- Nosotros: “Oiga, pues no se si usted nos pueda reservar los boletos del Tren Express o arreglar la renta de una furgoneta en Delhi”.
- Chewbacca: “Aaghhhagagahgagagahaggaaagagahguuuuugrgrrrrrr”
- Nosotros: “Ahh, caray, Sr. Chewbacca, cómo así que no tiene contactos en el norte de la India?”
- Chewbacca: “ghhrrraaauugahhhhrraaadddfggg”.
- Nosotros: “Oiga, pero lo que nos sugiere de conseguir algo directamente en Delhi es un poco riesgoso. Puede que no consigamos nada para ir a Agra. No hay otra opción?”
- Chewbacca: “rrghghghhhaaseewweeeee”.
- Nosotros: “No, pues así las cosas no hay mucho que hacer. Muchas gracias Sr. Chewbacca.”.
- Chewbacca: “Adddghhhaaseewwaaa”.
- Nosotros: “Igualmente. Que pase buen día”.

Después de la conversación anterior, nos quedó claro que llegando a Delhi teníamos que buscarnos la vida lo antes posible o de lo contrario no conoceríamos el Taj Mahal.

El otro punto que teníamos pendiente era el hospedaje. Aquí las opiniones eran bastante divididas: “que yo quiero hotel con balcón y baño de mármol”, “pues yo quiero un colchón donde pasar la noche”, “que yo quiero un lugar que no sea lujoso, pero habitable”. Al final lo grupos se dividieron así:
- Brasileiros + Portugués. Hotel Ajanta. La descripción escrita no parecía mala, pero las fotos no le ayudaban mucho.
- Catalán + Mexicano. Hotel Relax. No existían muchas referencias salvo la recomendación del hermano del catalán quien estuvo en dicho hotel en un viaje previo a la India.
- Logroñés + Yo. Albergue YMCA. Qué diablos, parece que éramos los que menos estábamos dispuestos a gastar en hotel, pero era sólo un fin de semana…

El día esperado llegó y nuestro vuelo planeado a las 8:00pm estaba cercano, así que después de un intenso viernes de trabajo nos dirigimos por maletas y directo al aeropuerto.

Llegamos al aeropuerto internacional de Bangalore y después de otra de esas notorias y aparatosas fumigadas masivas pa’ matar piojos y bichos en la sala Terminal hicimos el check-in correspondiente y nos dispusimos a esperar directamente en el Gate 1 (el único habilitado que había). Después de una breve demora al fin llamaron al abordaje y por supuesto nos formamos en la fila correspondiente. Como era de esperarse aquella fila no habría de ser respetada por el resto de los pasajeros locales, pero hicimos lo necesario para que por lo menos en nuestros sitios no se metieran. Luego de varios minutos de desorden súbitamente llegaron dos sujetos de la milicia armados con menudas metralletas y con el dedo en el gatillo. Acto seguido, nuestro Gate se cerro y algunos nos quedamos en espera de abordar. Simplemente alcancé a gritarle al logroñés: “Hey Dani, apártame un lugar”. Después de otros minutos más volvieron a abrir el Gate y pudimos abordar entre empellones y dosis de gases lacrimógenos expelidos por los aparatos sudoríparos de los indianos. Al llegar al avión comenzaron a circular los rumores de por qué no habían dejado abordar a todos los pasajeros al mismo tiempo. La versión más socorrida es la siguiente: la tripulación de nuestro vuelo comenzó a pelear con la tripulación de otra aerolínea pues no se nos asignaba puerto de embarque. Ja, esto sólo pasa en la India…

Luego de un vuelo casi sin contratiempos llegamos a la Ciudad Capital de la India. Pensamos: “esto sí debe apegarse más a la civilización; por muy mal que estén, es la capital y todos los recursos seguro que vienen para acá”. Ja, cuán equivocados estábamos. Si bien el aeropuerto era mejor en tamaño con respecto al de Bangalore, no lo era respecto a infraestructura.

“Vaya, pues es tarde, seguro que mañana todo mejorará”, pensamos. Por el momento había que llegar al hotel que era ya bastante tarde. A los brasileños y al portugués los pasó a recoger el taxista (incluido en su paquete de hospedaje) y luego los llevó a su hotel. En cambio el catalán, el logroñés, el otro mexicano y yo tuvimos que tomar un taxi del aeropuerto que nos llevara a nuestros respectivos centros de hospedaje. Que adónde vamos primero? Pues primero llévenos al hotel del mexicano y el catalán: el famosísimo Hotel Relax.

Taxista: Donde está el Hotel Relax?
Nosotros: (pensando: tú eres el taxista y tú vives en Delhi, así que deberías saberlo) ehhh, sí, está en Nehru Bazar.
Taxista: Donde?
Nosotros: (pensando: mmmta, aparte de tarugo, sordo).
Catalán: En Nehru Bazar (pero con el característico acento ibérico, diferenciando la “s” de la “c” y la “z”).
2 Mexicanos: No Alex, no es Nehru Badhsar (tratando de imitar la z ibérica en palabras); es Nehru Bazar.

Total que se armó el alboroto del año, el taxista se detuvo a pedir información en una calle de auténtico miedo acerca de Nehru Badhsar hasta que al fin uno de ellos entendió adonde íbamos y dijo: “Ahhh, claro. Nehru Bazar. Si, den la vuelta en la siguiente, pasen el primer semáforo a la derecha y después de tres cuadras habrán llegado”.

Llegamos al famoso barrio del Nehru Bazar y era un lugar asquerosamente sucio y horrendo donde había malvivientes durmiendo en la calle en unos catres igualmente asquerosos y sucios, lleno de basura… en fin. Nunca he estado en “La merced” o alguna calle escondida de “Tepito” a las 2:00am, pero yo creo que es lo que más se le acerca en México. Lo único bueno es que parece que esos malvivientes no estaban drogados ni ebrios pues en la India es “mal visto” el consumo de “esas cosas”.

Luego de abandonar a aquel par a su suerte, pedimos al taxista que nos llevara a la “Guay”. Después de preguntar otro rato al fin llegamos y otra historia: un barrio normal, limpio, iluminado. Un hotel con una recepción limpia, donde aceptaban tarjeta de crédito, con alberca semi-olímpica, habitación independiente (para 2, pero independiente), aire acondicionado (era más el ruido que hacía que lo que enfriaba, pero además había ventilador), un baño decente, toallas limpias, en fin, una maravilla costo-beneficio.

A la mañana siguiente, después de la habitual ducha nos disponíamos a ir por la basura de desayuno que suelen dar en los albergues: café y pan duro con mantequilla rancia. Pero ohh, sorpresa, se trataba de desayuno buffet con huevo, hot cakes, indian delicacies, leche, cereal, té, pan, etc. Y lo mejor: estaba incluido en nuestra tarifa de hospedaje. Apenas podíamos creer lo que habíamos conseguido por unos 25 o 30 dólares. Estábamos ya disfrutando nuestro desayuno cuando de súbito recibimos la llamada de los brasileiros que ya venían en camino pues habían conseguido furgoneta para ir a Agra. Esperábamos que tardaran unos 20 minutos más para seguir disfrutando de un buen desayuno, pero no tardaron ni 3 minutos, cuando tuvimos que salir corriendo y saltar hacia la Toyota Innova.

Una vez en camino y bajo un intenso tráfico estábamos todos muy contentos de conocer un palacio de tremendas proporciones sólo antes visto a través de fotos. Después de casi una hora de tráfico urbano al fin dejamos atrás la ciudad y tomamos carretera. Ja, es impresionante la similitud que encontré entre las afueras de Delhi y algunas de las transversales que cruzan Paseo Tollocan en Toluca. “Esto podría ser México”, comenté.

Luego de algunas horas nos detuvimos para pagar los impuestos de viajar de un estado a otro. En realidad todo el trámite lo hizo el chofer y mientras tanto nosotros nos bajamos a estirar un poco las piernas. Nunca falta la gente que intenta ganarse la vida de una u otra forma y había paseadores de osos (ya habíamos tomado foto a eso, así que no le hicimos mucho caso), domadores de changos (veíamos changos por doquier, así que tampoco le hicimos mucho caso) y entre otras cosas, un encantador de serpientes, sí, como esos que salían en las caricaturas; ese sí se robó nuestra atención y al final le dimos alguna propina (puede apreciarse el encantador de serpientes en la imagen DSCN0170). Ja, pero para nuestra sorpresa, el domador de changos no se de donde sacó que le habíamos tomado una foto a su simio y quería propina. Nos negamos diciéndole que no habíamos tomado foto alguna, pero no nos creyó y quiso revisar la cámara de uno de los brasileiros. Éste último no accedió a mostrarle nada y el domador colérico se me puso a discutir en hindi, telugu o cualquier idioma de la región pues hemos de recordar que siempre me confundían con indiano. Intenté hacerle entender en inglés, pero me seguía hablando en su dialecto, así que comencé a hablarle en español. Se quedó medio impactado pues no me entendía. Luego como que se me desatontó y se puso a vociferar nuevamente, pero para ese entonces estábamos ya dentro de la furgoneta y en camino hacia Agra nuevamente.

Después de un rato nos detuvimos a tomar algo en un restorán de carretera y ahí nos encontramos con unas peculiares versiones asiáticas de Sprite y Coca-Cola (marcas registradas) como se muestra en la imagen DSC00403 y en la imagen DSC00404 en donde el buen Alexandre nos muestra su barriga de Sprite.

Emprendimos nuevamente lo que parecía un viaje interminable y después de varias horas de un paisaje de sabana esteparia al fin nuevamente vimos rastros de movimiento: una mezquita de carretera, como puede apreciarse en DSC00406. Unos 40 minutos después, la furgoneta se detiene y se introduce a lo que parece la entrada al Taj Mahal. Luego un guía de turistas se presenta diciendo que es parte de la compañía que nos rentó la furgoneta. Nosotros incrédulos le preguntamos al chofer y nos lo confirma.

Nosotros: entonces, ya está incluido? No tenemos que pagar nada adicional?
Chofer: Sí, sí. No tienen que pagar nada.
Nosotros: Ahh, pues entonces habrá que desquitar lo que ya pagamos.

Pagamos una cierta cantidad para entrar, lo cual no era tan caro, pero sí que lo era para los estándares de vida en la India. En fin, resultó que no era el Taj Mahal, sino que era una construcción que hizo el abuelo o el tío del sujeto que construyó el Taj Mahal. Dicha construcción puede verse desde DSC00409 hasta DSC00413. Un dato muy interesante que nos dio el guía es que las construcciones eran una mezcla de culturas árabes e indias e incluso algunas de las escrituras que hay en los muros (no se alcanza a apreciar) estaban en varios idiomas. Y a todo esto se preguntarán por qué. Tal vez por la estrecha distancia con medio oriente o tal vez por la gran afluencia comercial de la región. Pues no, porque el señor que construyó esto tenía no sé cuántas esposas de no se cuántos lugares y a cada región le puso un distintivo. En ese instante me dije: “ese tipo sí era un gallo y no pedazos; qué George Clooney ni que mis polainas”.

Bueno, pues ahora sí sólo quedaba conocer el Taj Mahal pero una duda tenía inquieto a más de uno: “Si a la Toyota Innova sólo le caben 8 pasajeros y nosotros somos 7 y el chofer es el octavo que faltaba, dónde viajará el guía?”. Seguimos nuestro camino hacia la furgoneta de lo más tranquilos mientras que alguno se quedó a tomar fotos de último momento. Al final todos apañamos lugares en los asientos traseros, luego llegaron el buen Alexandre y el guía que se habían quedado un poco atrás. Al asomarse el guía se quedó viendo hacia los asientos traseros con cara de “donde me pueden hacer un lugarcito?”. Y el resto de nosotros silbando, tomando fotos, haciéndose los dormidos o con cara de “acá ya no cabe un alfiler”. Por regla de descarte, el único asiento disponible era el de Alexandre (el del copiloto) así que tuvo una media hora para cultivar sus amistades masculinas en la India.

Al cabo de esos 30 minutos que pasaron en un abrir y cerrar de ojos para el resto, pero que para Alexandre debieron ser una eternidad al fin llegamos a Agra que como cualquier ciudad de la India no destacaba por una infraestructura bien planeada, pero pensamos: “hemos venido a ver el Taj Mahaj, no Agra”. Entramos a un estacionamiento público después de unos 15 minutos de manejo y al fin dijimos: “ahh, estirar piernas, conocer mausoleo de estilo árabe, tomar fotos y regresar a casa”. Pero una sorpresa más: el estacionamiento sólo era una escala más en el viaje. Aún faltaban unos 15 minutos pero no podíamos ir en la furgoneta porque contaminaba mucho y podía dañar la estructura del edificio; teníamos que ir en un vehículo eléctrico. Todos diciéndonos “Dios qué contrariedades tienen por estos lares. Se quejan de la contaminación de un vehículo japonés de última generación, con convertidor catalítico y de una marca que siempre se preocupa por la mejor eficiencia en sus emisiones al medio ambiente y no dicen nada de toda la ciudad que está francamente en condiciones muy insalubres y para colmo, al lado del Taj Mahal pasa un río con unas emisiones gaseosas que seguro pueden corroer metal en cuestión de días”. Ja, si tenían curiosidad de por qué llegué a México sin vello nasal, ahora saben la razón.

Bueno, al final de algo tienen que vivir estos chavales así que pagamos nuestra cuota del microbús eléctrico, descendimos y a pagar nuevamente. Otra vez no me acuerdo de la cantidad, pero si la vez pasada (en el primer edificio que construyó el abuelo del que hizo el Taj Mahal) se me hizo cara, esta se me hizo exorbitante para el nivel de vida de la India. Algo así como si para las pirámides de Teotihuacan te cobraran $1,500 pesos la entrada. Recuerdo que para nosotros como extranjeros no era tan tan caro, pero definitivamente barato no era y bueno, después de varias horas de vuelo y otras tantas de carretera no íbamos a detenernos a entrar por eso.

Nuestro kit de bienvenida incluía unos protectores de una telilla especial para ponerse sobre los zapatos. “Menos mal”, pensamos. Ya no más miedo de contraer ojos de pescado o similares por templos y monumentos (lo malo es que con las escaleras de mármol desgastado y esa telita tenías que ir con mucho cuidado para no caerte; en ese momento no lo sabíamos). Además incluía una botella de agua que ya nos hacía falta, pues el resto del camino desde nuestra parada en el restaurante de carretera, no vendían nada. Ja, esa botellita creo que era de un litro o 1.5 litros, pero al estar expuestos a una temperatura de 44°C se fue como caballito tequilero.

Pasamos el punto de revisión y los vendedores y fotógrafos no se hicieron esperar. Que la foto del recuerdo, que la foto el recuerdo. Y nosotros: “que no, que no”. Al final accedimos y el fotógrafo me preguntó algo pero no le entendí, así que en inglés le respondi: “perdón, que me preguntó?”. Fotógrafo: “Ahh, no nada, perdón, pensé que hablaba hindi”. Yo: “tranquilo, que eso piensan todo el tiempo”. Al final lo único que quería decirme es que nos apuráramos porque pronto iba a empezar a obscurecer y las fotos no iban a salir muy bien. Traducción: Son las 2:00pm, así que pronto no va a obscurecer pero se están tardando mucho tomando otras fotos y ya me quiero ir.

Por supuesto nos tomamos la foto grupal tradicional del Taj Mahal en papel (esa con el camino de agua apuntando directo al edificio principal) y otras tantas en digital. Para comprobarlo tenemos imágenes desde DSC00418 hasta DSC00436. Hay que acotar que algunas imágenes intermedias valen la pena una mención aparte:

DSC00427. Este tipo de torres se conocen como Alminar o Minarete. Desde ellas tradicionalmente el Imán (figura religiosa musulmana) llama a oración a los feligreses varias veces al día según lo dicta el Islam.

Acotación 1: La gente tiende a pensar que la cultura árabe y la india son lo mismo, pero no es así. Si bien es cierto que la mayoría de las religiones son muy parecidas en muchas cosas como el origen de la vida, la existencia de un solo Dios, el hombre a través de las sagradas escrituras correspondientes, etc., no por eso podemos asumir que lo árabe e indio es lo mismo. La cultura árabe se rige por y para su religión: la musulmana. Toda su vida económica, política y social está regida por la religión. La cultura india, por su parte, se rige por una mezcla de costumbres, tradiciones y religiones diversas (incluso dentro de la India). Por ejemplo en el centro del país hay quienes son omnívoros y en el sur totalmente vegetarianos sin saber siquiera de la existencia de otro tipo de platos en el centro o en el norte de la India. A pesar de que una mayoría se dice hinduista, sus costumbres y tradiciones pueden variar aunque en teoría la esencia es la misma.

Acotación 2: El hecho de que el Taj Mahal, un mausoleo creado por un indio, tenga grandes rasgos árabes no puede explicarse sino porque el arquitecto era de origen árabe y además, por la gran influencia que ejerció el imperio árabe en toda Asia, en particular los persas quienes dominaron el subcontinente indio en el primer milenio, para posteriormente ser invadido por afganos, turcos y árabes entre otros. De hecho alguna vez a la India se le conoció como Hindustán (Tierra de los que siguen el Hinduismo o Tierra por donde pasa el río Hindus, en persa), pero debido a conflictos políticos debía buscarse un término que no excluyera al resto de las religiones conviviendo en el país; por eso ahora se llama India. Entre otras cosas por eso mismo surge Pakistán en 1947 con una población mayoritariamente musulmana buscando una identidad propia y además por eso también hay una gran similitud en nombre con otros países de la región como Afganistán, Uzbekistán, Kazajstán, etc. El famoso “stán” no quiere decir otra cosa más que “Tierra de”, en persa.

Acotación 3. Con las declaraciones anteriores no quiero iniciar un debate sobre el origen de Pakistán, ni de los conflictos políticos en la India. Simplemente trato de aclarar el por qué de la influencia árabe en la India y de las diferencias que pueden tener ambas culturas, con la información que tengo a la mano. Si alguien tiene una corrección/sugerencia me la puede enviar pues de cultura árabe puedo decir que conozco un poco, pero de cultura india casi nada; lo poco que se es de lo que me va llegando en libros, folletos o de lo que encuentro en la carretera de la desinformación.

Acotación 4. La mayoría de la gente en la India NO usa turbante. Sólo lo usa un grupo que se hace llamar Sikhs, que puede ser considerada como otra religión más en la India.

Acotación 5. Ya no hay más acotaciones por el momento, jajajajaja, así que continuemos con las fotografías.

DSC00431. A cada lado del edificio principal hay dos construcciones como la mostrada en la imagen. Una con carácter religioso y otra sin un uso bien definido y comprobado. Se piensa que simplemente se construyó para guardar la simetría persistente en la arquitectura árabe.

DSC00433. Pa’ rematar con toda la explicación árabe anterior, nada mejor que un poco de escritura árabe que es muy diferente del hindi, a pesar de que ambas puedan parecernos jeroglíficos. El árabe se supone que fue creado por Alá, mientras que el hindi se deriva del sánscrito.

DSC00436. Esta es la entrada al Taj Mahal y las pequeñas cúpulas blancas en hilera en la parte superior suponen los años de construcción del edificio.

Aquí acaba la reseña sobre Agra y el Taj Mahal así que no queda más que contar salvo que en el camino de regreso pasamos a cenar no recuerdo si al mismo o a otro restorán de carretera, pero después de una deliciosa comida china le tomé una foto a una estatuilla de Ganesh, el dios elefante por excelencia de la India. Puede verse en la figura DSC00439.

Ja, pues después de varias horas de carretera y un tráfico tipo autopista Cuernavaca-México en domingo a las 6:00pm al llegar a Delhi, el chofer pasó a dejarnos a nuestros respectivos hoteles y quedamos de vernos en el Hotel Relax con Juan (el otro mexicano, para quienes no lo conozcan) para ir a conocer Delhi al día siguiente. Llegando al YMCA teníamos planeado ir a echar unos largos en pantaloneta en la piscina del hotel, pero llegamos taaaaaaan cansados que llegamos directitos a dormir. Traducción: teníamos planeado ir a la alberca a nadar un poco en bermudas, short, traje de baño o similares, pero llegamos muy cansados. Además según recuerdo le estaban dando mantenimiento cloral a la alberca.

A la mañana siguiente, después de un ligero desayuno, procedimos a tomar un auto-rickshaw que nos llevara primero al Hotel Relax para pasar por Juan y luego ir al famosísimo Fuerte Rojo. Después de que el taxista nos quiso ver la cara de gringos queriéndonos cobrar las perlas de la virgen, le quisimos dar una sopa de su propio chocolate. Por un tramo que debió salirnos en unas 20 rupias y por otro que a lo mucho nos debió cobrar 50 rupias, nos quería cobrar 150 o 200 rupias, no recuerdo. En fin, pasamos al horrendo vecindario de Nehru Bazar que de día se veía menos mal y preguntamos por Juan y Alex. Una muestra de zonas aledañas a Nehru Bazar se puede ver en las fotos DSC00442 y DSC00443.

Recepción Relax: No… aquí no vive ningún Yuan (así como lo escribí, lo pronunciaban en toda la India).
Yo: Ya se que no vive aquí, pero es su huésped. Llegó ayer en la madrugada.
Recepción Relax: A ver… déjeme preguntar.
Yo: Ok
Recepción Relax: No… que dice mi tía Pancha que aquí no vive ningún Yuan.
Yo: Sí, ya me habías dicho eso. Te digo que es un huésped del hotel. Llegó ayer con un español (lo siento Alex, pero no creo que hubieran entendido si les digo que eras oriundo de Catalunya).
Recepción Relax: Ahhh, sí. Ya se fueron. Agarraron sus cosas y se fueron esta mañana.
Yo: No es posible. Me pidieron que pasáramos por aquí. Puedo pasar a revisar su cuarto?
Recepción Relax: No, no. Están limpiando la habitación, además ya se fueron. Es más, ya ni están sus cosas. Primero dijeron que nos encargaban sus petacas, pero luego vinieron y se las llevaron.
Yo: Pues ni hablar. Si de casualidad regresan les dices por favor que venimos a buscarlos y como no los encontramos nos fuimos al Fuerte Rojo.
Recepción Relax: Sí, ande usté joven.

Bueno, al regresar al rickshaw me encontré con que Dani ya estaba listo para iniciar el viaje al Fuerte Rojo, pero al mando del volante. Parece que había hecho muy buena amistad con el taxista durante mi ausencia y ya hasta foto se iban a tomar. Emprendimos la travesía y después de varios minutos de pasar por barrios cada vez más feos, al fin el taxista nos dejó frente a la Jamma Masjid (la mezquita más grande de la India; bueno, en realidad todas las mezquitas de la India dicen ser las más grandes y casi todas se llaman Jamma Masjid; creo que es algo así como las paleterías La Michoacana que todas dicen ser las primeras y auténticas, pero esta vez por ser Delhi la Capital, alguna preferencia debe tener). Pagamos 100 rupias al taxista y se quedó con cara de: “si eran 200 peso mano” (así tal cual; no me comí la segunda “s” de pesos). Nosotros: “No seas abusivo. Te debimos pagar unas 70 rupias, pero te damos un extra porque nos caíste bien”. Y en fin, dejamos al taxista llorando por sus 130 rupias restantes… y espero que con una lección de honradez.

Para llegar a la mezquita había que recorrer un camino parecido al camino de agua del Taj Mahal, pero este estaba vacío y lleno de basura. “Andando”, le dije al buen Dani, como lo hacía Batman con Robin. Dios!!!. No se francamente cómo pasamos por ese camino sin una congestión nasal. Bueno en realidad, sí lo sé: pasamos más rápido que Flash, ya que la pestilencia por basura, además de el intenso olor a orina (y no me refiero a ese olor que a veces hay en el zócalo de la Cd. de México; no; esto era algo así como concentrado y añejado por 40 años en barricas de roble para conservar el “buqué”, jajajajaj) y si a esto le sumamos la cantidad de moscas y una temperatura de unos 43°C que intensificaba los olores, pues ya se imaginarán.

Después de llegar a las escaleras donde estoy en la foto DSC00449 pudimos encontrar un poco de aire fresco y sobre todo un poco de alivio. En la foto no se aprecia, pero para entrar a la mezquita había unos detectores de metal como los que hay en el aeropuerto, que no estaban conectados a ningún lado y por consiguiente nunca sonaban, pero al final creo que eran inalámbricos. El punto es que se nos hizo muy extraño. Y bueno, nos disponíamos a entrar, pero por supuesto era sin zapatos y además Dani iba en pantaloneta y tenía que ponerse un pareo rentado para no exponer sus desnudas rodillas en un lugar sagrado. “Bueno”, dijimos en un primer momento, “qué mas da?”. Y justo cuando íbamos a poner el primer pie nos sale un tipejo quesque guía de turistas que no podíamos entrar con cámaras. Que si queríamos tomar fotos debíamos pagar una cantidad irrisoria de rupias. Entonces Dani se quedó a cuidar cámaras, zapatos y demás mientras yo fui a dar un vistazo a la mezquita. Realmente no había mucho qué fotografiar, salvo palomas soltando sus “gracias” desde el aire y niños correteándolas como se ven en Coyoacán.

Al final salí y Dani tenía que irse pues había quedado de verse con una amiga de su madre viviendo en Delhi. De ahí nos separamos y antes de irme al Fuerte Rojo, que estaba enfrente, me eché unas gorditas de chicharrón prensado y unos tacos de suadero en un puesto que estaba afuera del metro Cuatro Caminos (foto DSC00451). Ahh y justo antes de cruzar la calle le tomé una foto a un templo Jainista (otra religión de la India) pa’ que se cultiven y no les quieran ver la cara diciéndoles que es una Catedral Rusa con motivos Tahitianos, pintada de rojo. En la foto DSC00481 se muestra otra perspectiva del mismo templo.

Bueno, bueno, ahora sí, al llegar a la taquilla del Fuerte Rojo me percaté de que había una fila inmensa para comprar boleto. Y me dije: “qué flojera!!!”. Ya me iba a ir, cuando de repente veo un letrero iluminado acompañado de sonidos de campanas que decía: Taquilla para Extranjeros. Ja, esa taquilla estaba vacía y pensé que no habría nadie atendiendo por lo mismo, pero para mi sorpresa pregunté el precio de la entrada, le di un billete, me dieron mi cambio al instante y ya tenía un boleto que la mayoría de los perdedores de la fila no podrían conseguir en al menos 4 horas. En eso me salió lo Mr. Bean y con singular alegría les enseñé mi boleto a todos los de la fila, jajajajajaja.

Del fuerte rojo no hay mucho qué contar, porque ahí si de plano ni un folleto me leí, pero varias imágenes valen más que mil palabras. Pueden consultar desde la foto DSC00454 hasta la DSC00474.

Después de una extenuante visita por el inmenso fuerte rojo y los efectos directos de los rayos solares, me fui a la cafetería a comprar unas botellas de agua, pero gran sorpresa, no había. Tuve que chutarme puro refresco que me quitó la sed de momento, pero a los pocos minutos ya estaba otra vez como perro después de correr. Lo bueno es que la deshidratación y la garganta reseca sí que se vieron aliviadas. Salí del fuerte y justo cuando iba pa’ juera los brasileiros y el portugués iban entrando pues consiguieron una buena tarifa en la que un taxista los estaba paseando por todos los lugares turísticos de Delhi.

Pensé en juntarme con ellos pero ya había visto el inmenso fuerte y me dio flojera, así que desistí casi al instante. Por otro lado, pensé que para conocer bien un lugar sólo hay tres formas y para ello podemos citar al buen Pepone Paez: “caminando, a pie o andando”. Así que a pesar de mi cansancio, me di a la tarea de tomar mi guía Rough Guides (competencia de Lonely Planet) y a emprender la caminata con rumbo desconocido. La primera calle por la que me metí fue la de la foto DSC00483. Me pareció atractiva pues se veía mucho movimiento como de tianguis así que seguí caminando hasta que me topé con la singular vendedora de nueces y especias de la foto DSC00485. Pensé en comprarle un poco de nueces pues ya me rugía la tripa, pero las condiciones de salubridad no eran las mejores y lo último que quería era pescar una infección estomacal en Delhi.

Seguí mi camino sin rumbo y pasé por calles bastante feas como se ve en las fotos DSC00486 y DSC00487 y después de mucho caminar cada vez se ponía más feo y las calles más angostas. Y como había escuchado que en Delhi sí hay robos y asesinatos, y yo con mi gran corpulencia y calles cada vez más angostas, pues me dio un poco de mello y me regresé. “Capaz que en una de esas me quieren asaltar y ya no voy a caber por las calles”, pensé. Me perdí por un rato, pero al poco tiempo salí muy cerca de donde había comenzado, pero más cansado. De las fotos DSC00490 a la DSC00492 son edificios cercanos a donde salí.

Esta vez procuré ir por calles comerciales grandes y mi trayecto fue bastante folclórico. En la foto DSC00493 por ejemplo, tienen una muestra de la Haute Couture de la moda masculina en la India. Esto es lo que se denominaba en aquella época como “prét-a-porter”. Y como capital de la moda india, tampoco podían faltar los grandes centros de confección como el que podemos ver en la imagen DSC00494.

Ja, y por poco se me olvidaba: faroles hay en México, India y en todo el mundo. En la foto DSC00496 puede apreciarse a una pareja de “juniors” indianos en un buggy con música de regguetón y Shakira a todo lo que da. Por supuesto el equipo de sonido para hacer más evidentes los graves y la luz neón por debajo no podían faltar.

Y prosiguiendo con el relato, en la foto DSC00497 se pueden apreciar unos mangos normales, pero en realidad estaban enormes y frescos y con una temperatura casi infernal pues se me antojaban bastante, pero una vez más hice gala de fuerza de voluntad y me ahorré una enfermedad gastrointestinal. Más adelante, llegué a una calle donde no había visto más cable enredados en mi vida, y miren que he andado por varios pueblos de México, donde aún es común el cableado exterior, pero nada comparado con esto. Lo pueden ver en la foto DSC00498.

Ahh, y para que vean que no es mentira que la gente purgue sus toxinas en la calle, pueden comprobarlo en las fotos DSC00500 y DSC05669. De hecho, cabe recalcar que en la última foto mencionada se aprecian los artilugios emprendidos por el gobierno de la capital para evitar que la gente haga suciedades en banquetas y paredes.

Y la vaca en medio de la calle, no podía faltar, como puede verse en la foto DSC00503. Siguiendo mi camino me topé con el templo Hare Krishna de la imagen DSC00504 y me invitaban a pasar, pero les dije que tenía un tiradero en la casa y tenía que llegar a recogerlo, así que me fui.

Vaya que hacía calor. Creo que lo he repetido en varias ocasiones, pero es que en serio era tremendo. Yo nunca sudo de los brazos, pero en aquella ocasión parecía que me habían rociado con esos protectores solares en presentación spray. Intentando revertir los efectos nocivos del calor extremo pues fui a hacer a Roma, lo que hacían los romanos: me compré un turbante para hacer la experiencia un poco más fresca como se ve en la foto DSC00507. El ñor que me vendió el turbante quería darme un trapo largo así nomás y no le pagué hasta que no me hizo el nudo característico. Mal hecho, pero me dejó el turbante listo.

En las fotos DSC00564, DSC05538 y DSC05668 se puede apreciar la versión ecológica de los autorickshaws que tienden a ser lo mismo, pero más baratos y que tienen sus propias bases de taxi, donde cual estación de metro donde hay microbuses, se pone un gritón a llamar pasajeros con un característico grito: “culé, culé, culé, culé, culééééééééééééé”.

Por otro lado, en la India es muy popular el estilo de vida “Alfresco”. Si no saben qué es alfresco, aquí tienen una breve descripción. Intenté buscar algo en la Real Acedemia Española, pero no encontré nada, así que me fui a Wikipedia:

Alfresco. Dícese de cualquier actividad realizada en exteriores; término particularmente usado en pintura y de uso difundido en la lengua inglesa. Un sinónimo puede ser la frase francesa “en plein air”. Extrañamente, el término suena italiano, pero en dicho idioma sus connotaciones son: “en la cárcel” o simplemente, “aire fresco”.

Por ejemplo, todos los 7 consultores por lo menos una vez comimos en un restorán de Bangalore donde servían cortes vacunos a las brasas. Como comíamos en un lugar al aire libre, incluso la misma propaganda del restorán decía: “The Only Place: the best experience of dining alfresco”. Bajo este mismo concepto, es que en la India existe toda una gran industria alfresco enfocada a un máximo contacto con la naturaleza, como se puede apreciar en la foto DSC05668 donde se ve claramente una barbería “alfresco” o la foto DSC05669 donde tenemos algunos baños públicos “alfresco”.

Casi para finalizar tenemos una foto del atardecer de nuestro último día en Delhi: el India Gate (foto DSC05733). Este arco fue creado en memoria de más de 90,000 soldados indianos que murieron en la guerra afgana y en la primera guerra mundial, aunque hay versiones que indican que se construyó para una de las tantas visitas efectuadas por la Casa Real Inglesa.

Y para cerrar, los dejo con dos fotos: DSC00511 y DSC05768. En ellas aparezco con mi turbante en el aeropuerto dejando a más de un local asombrado, pues los Sikhs siempre usan barba larga (cosa que yo no, aunque quiera porque no me distingo por una barba abundante) y no hablan español.

Ahh, por poco se me olvidaba. Luego de esperar unos 15 minutos de demora en el aeropuerto, tuvimos que esperar otros 15 minutos. Luego ya de plano dijeron media hora y luego 1h. Para no hacer el cuento largo, tuvimos una demora como de 5 o 6 horas. Y ya que apañamos asiento en el avión, pensamos que todo estaría resuelto, pero nooooooo, todavía tuvimos que esperar alrededor de una hora más, por mal tiempo: una tormenta de arena. Moraleja: si algún día viajan a la India y quieren ahorrarse una lana, no la ahorren con Air Deccan; realmente vale la pena pagar un poco más por un servicio más confiable y por un asiento numerado…

Ja, ahora sí ha terminado una reseña más, pero les adelanto el tema de las próximas reseñas: el lejano oriente. Caray, a veces incluso yo me asombro de todo lo que puedo escribir cuando mis manos ponen en acción el teclado de cualquier computadora. Si así fuera para el trabajo… jajajajaja.

Un saludo y esperen nuevas reseñas.

Õ Tigre do nascimento